Pudiera parecer exceso de soberbia decir que Bolivia ya no necesita a las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), pero se han dicho cosas peores e incluso se ha llegado al extremo de afirmar que en nuestro país ya no es necesario pensar y que los únicos que tienen derecho a hacer política son unos cuantos iluminados que gozan de este y muchos otros privilegios. Forma parte de la lógica que impuso el estalinismo en la Unión Soviética y el nazismo en Alemania, donde se prohibieron los libros, la poesía, la ciencia y todo lo que pudiera contradecir la verdad absoluta del régimen de hierro. En esa época ya sonaba absurdo este oscurantismo medieval, imagínese ahora.
Es verdad que el Estado boliviano se ha fortalecido, pero eso no implica necesariamente asegurar que las acciones estatales, las políticas públicas están dando buenos resultados y menos todavía, que estén apuntando a los verdaderos problemas del país. En el pasado, nuestra estructura gubernamental era tan débil que algunas ONGs debían mantener algunos viceministerios, diseñarles sus proyectos y hasta pagar los sueldos de los funcionarios. Y eso es nada, ciertas embajadas les hacían las compras a instituciones importantes como la Policía y el Ejército, pilares importantes de la represión estatal, hecho que no ha cambiado en lo absoluto.
En este momento hay plata de sobra para pagar sueldos, contratar supernumerarios, abrir oficinas, crear ministerios, inventar reparticiones y ramificar hasta el hartazgo el aparato burocrático, pero eso no significa que se estén haciendo mejor las cosas. Solo para poner un ejemplo muy actual. Es la ONG del padre Mateo Bautista, que no es otra cosa que un grupo de voluntarios, los que se encargan de los pacientes con cáncer, los que han ayudado a construir un pabellón de terapia intensiva en un importante hospital público y los que cada año llevan adelante campañas para fortalecer la donación de sangre. Se trata de acciones que el Estado no hace y no le da la gana de hacer.
Y así como esta ONG hay muchas, atendiendo la salud, la educación, la producción, los desastres naturales, la violencia doméstica, la drogadicción, los ancianos, los huérfanos, etc. etc. Salvo cuando el Padre Mateo desnudó la realidad, cuando mostró que el Estado no existe para muchos bolivianos y que sigue siendo aparente en las realidades más lacerantes del país, el Gobierno alzó su voz para condenar al curita. Jamás se ha escuchado a los gobernantes reclamar jurisdicción y pelear por hacerse cargo de esos grupos y esos problemas y en todo caso la tendencia es a lavarse las manos y excusarse.
Pero yendo al fondo de las cosas ¿cuál es el mejor modelo a seguir? Obviamente el de las ONGs, porque se trata de entidades que ayudan a fortalecer la acción ciudadana, la autogestión y que buscan soluciones genuinas. Esta es una fórmula que tiene que ver con la autonomía, la descentralización y la subsidiaridad, incluso con los movimientos populares a los que el papa Francisco alentó a movilizarse, a agruparse y a trabajar por la comunidad, por el barrio y las familias. En realidad, estas formas de trabajar que están en boga en todo el mundo, son los peores enemigos del viejo Estado totalitario que se busca imponer en Bolivia, pero que está en decadencia en nuestra civilización, que está progresando, aunque muchos no lo noten.
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