Una vez le preguntaron a un famoso filósofo europeo contemporáneo cuál es la ciudad más civilizada del mundo. Todos se sorprendieron cuando dijo Nápoles, ya que pudo haber citado una de las grandes capitales como Londres, París o Roma.
Al fundamentar su respuesta dijo que Nápoles es una urbe bajo constante amenaza, siempre al borde del abismo, del caos y la hecatombe, pero al anochecer las cosas retornan a la normalidad, aparece de nuevo el sol y todo transcurre sin terminar en guerra.
Ya que nadie en Bolivia ha ganado el premio Nóbel y tampoco hemos conseguido en buena ley esos títulos maravillosos que tanto nos obnubilan, deberíamos disputarle a Nápoles ese sitial que le otorgó aquel pensador, quien hubiera cambiado de opinión solo con recorrer alguna de nuestras carreteras o con una visita a Palmasola.
Bolivia es un país que baila, bebe y reza al mismo tiempo que mata, tira dinamita y sufre las consecuencias de un desastre natural. Aquí todo el mundo se queja porque es miserable, porque no tiene para comer, ni vestir, pero los tres días de carnaval son nada para tirar la casa por la ventana y por eso hay Gran Poder, Urkupiña, Chutillos, Arete Guazú, Comadres, Compadres, San Roque y una innumerable cantidad de entradas y salidas.
Por eso es que cuando algunos hacen encuestas, otros preguntan por las redes sociales y otros consultan a los expertos: ¿Qué es lo mejor de Bolivia? “Su interminable capacidad para sobrevivir”. Felicidades
Bolivia.
Bolivia.
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