lunes, 3 de agosto de 2015

Santa Cruz y Potosí


No es que Santa Cruz sea el modelo a seguir, pero al menos es lo más “presentable” que tenemos en Bolivia en materia de desarrollo económico y muchos de los indicadores del desarrollo humano. Y a pesar que las comparaciones son odiosas, a veces hay que hacerlas, aunque sea para extraer alguna lección del doloroso conflicto que ha ingresado en “cuarto intermedio” en Potosí, una región que periódicamente nos sacude con las pataletas de una larguísima agonía.
Todos debaten y cada uno tiene una teoría distinta que explica el “milagro cruceño”, así como son incontables los que tratan de comprender qué le pasó a Potosí, una de las ciudades más ricas del mundo convertida en un eterno mendigo que nos hace repetir la vieja cantaleta pesimista: “sentado en un trono de oro”. Ojalá un día los potosinos decidan dinamitar su famoso trono, seguramente representado por el Cerro Rico, pero lamentablemente lo quieren preservar, lo tratan de restaurar, pese a que representa el monumento a su esclavitud. Lo mismo pasa con la “sagrada hoja de coca”. La adoramos pese a que es un símbolo de condenación.
Si Potosí llora es porque sus minerales se han ido al suelo, ya que cuando están a buen precio nadie ve la pobreza, todos se compran Hummers, bailan y cantan con los gobernantes de padrinos del presterío. Por si no lo saben los potosinos y el resto de los bolivianos, la soya también se ha caído, el precio del maíz está a menos de la mitad, así como el arroz, el café y muchos otros productos agropecuarios que constituyen la principal fuente de sustento de Santa Cruz.
En su momento Santa Cruz también fue un llorón. Eran los tiempos de la monoproducción, ya sea de goma, de algodón o de caña, que a su tiempo cayeron y dejaron a los cruceños con las manos vacías. Pero afortunadamente todos aprendieron que nunca hay que poner todos los huevos en una sola canasta y así como hubo petróleo, gas, regalías, ganadería, también se tuvo que desarrollar el comercio, la industria, el turismo, la hotelería, los servicios, la gastronomía, etc.
Y aquí va el meollo del problema: Se dice que la clave de Santa Cruz fue la carretera a Cochabamba, es verdad; la inversión estatal, también es cierto; la migración del interior del país, imposible negarlo; las regalías, perfecto; todos han sido factores de progreso y desarrollo, pero quién puede negar que otras regiones no han sido beneficiadas con los mismos elementos y muchos más. Lo que recibió Santa Cruz por el petróleo y el gas en toda su historia es una bicoca comparada con lo que ha percibido Tarija en los últimos 15 años. Incluso Potosí ha captado más recursos y en eso no hay cómo contradecir al Gobierno: más carreteras, más infraestructura, más de todo, pero lamentablemente, ni Tarija ni Potosí se acercan a Santa Cruz.
Hay un solo detalle (y  qué detalle), que los diferencia y ahí radica el problema central de la sociedad boliviana que no ha sabido capitalizar el mejor momento de su historia. En los años 60 Santa Cruz sí pudo contar con energía, es decir, con gas para desarrollar cualquiera y todas las actividades que hoy le permiten diversificarse, cambiar de rubro, expandirse y no ponerse a llorar cuando se quiebra uno de los huevos.

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