La crisis europea, los problemas económicos de Estados Unidos y los vaivenes que trae el desarrollo de los países emergentes como China, India y Brasil copan los titulares de la prensa mundial y pareciera que estuviéramos viviendo un periodo de estancamiento, cuando la realidad es otra, pese ciertas señales negativas.
La humanidad transita inexorablemente por varios senderos que conviene remarcar y en todo caso corroborar si nuestro país, que vive supuestamente un periodo de grandes cambios y revoluciones, está sintonizado con esos valores que están en boga a nivel mundial y que sin duda alguna, nos llevarán a grandes avances en este periodo que muchos ya coinciden en remarcar como un “cambio de época”.
El primero de los elementos que hay que destacar es la educación. Las nuevas tecnologías, la explosión de los medios y mecanismos para almacenar, distribuir y compartir información han dado como resultado el apogeo de la denominada sociedad del conocimiento que reta al ciudadano, a los gobiernos, a la ciencia, a las empresas , a los educadores, a las universidades, etc. a modificar completamente sus estrategias y redirigirlas nuevas formas de aprendizaje. Esto supone no solo cambiar la educación sino revalorizarla y hacer nuevas apuestas por ella en función del desarrollo de los pueblos, pues se trata de la herramienta más importante de hoy para cambiar la historia.
Parece una paradoja, pero es lo más lógico que se puede concebir. Europa y Estados Unidos están redoblando la apuesta por la educación en plena crisis, porque justamente han observado que es la única manera de salir de los problemas. Mientras tanto, en algunos países latinoamericanos que hoy viven un auge histórico por el nivel de ingresos, la niñez, las aulas, la ciencia y las universidades siguen postergadas.
En el plano político también se producen grandes avances, sobre todo en la descentralización y la subsidiaridad. Los Estados centrales traspasan cada vez más competencias a las instancias de poder locales y regionales en vías de la eficiencia y de la transparencia. En Bolivia ahogamos un proceso autonómico en pos de más centralismo. Y mientras que el mundo está en un proceso acelerado de integración no solo en los ejes tradicionales, sino también entre el norte y el sur, como lo demuestra el bloque Asia-Pacífico, en nuestro país hacemos grandes esfuerzos por cambiar los nexos y los contactos por el aislamiento y la confrontación en todas las direcciones.
Queremos ser como Suiza, pero no hacemos los esfuerzos por profundizar la democracia e insistimos en apuntalar a los caudillos que en todo el mundo son una especie en necesaria extinción para dar paso al imperio de la ley y de la institucionalidad. Nos enredamos en divisiones, etnias, racismo y otros conceptos absurdos, cuando en el mundo entero están abocados en la búsqueda del ciudadano global, integrado, políglota, de mente abierta y dispuesto a contactarse con todas las culturas en un diálogo democrático y sin prejuicios.
Hay muchos otros esfuerzos, como el fortalecimiento de los sistemas políticos, lo contrario de la destrucción estatal que vivimos en Bolivia; los esfuerzos por consolidar la paz, muy distinto a los discursos belicistas que andamos pronunciando y la búsqueda incansable de los consensos nacionales, el lado opuesto de la disgregación social que desde hace siete años se agudiza en Bolivia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario