Muchos, especialmente los jóvenes, se toman internet a la ligera. Piensan que la red es el reino del “Vale todo”, sobre todo cuando tienen que “investigar” y no hacen más que “copy paste” en la primera página que les señala el todopoderoso Google. Pero lo que más preocupa es que los jóvenes piensen que internet no vale nada y que todo lo que se haga en las redes sociales, en los chats y los blogs no tiene ninguna trascendencia. Algunos piensan, por ejemplo, que en internet se puede hablar y escribir de cualquier manera, violando todas las normas ortográficas y de sintaxis. Otros consideran que todo lo que se muestre y se publique es asunto menor y en ese sentido no tienen problemas en mostrar fotografías indecentes o comprometedoras y aparecer rodeado de personas que en la “vida real” no frecuentarían.
Algunos críticos afirman que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han eliminado por completo el sentido de la privacidad y en parte es verdad, pero a favor hay que afirmar que ha incrementado la transparencia, algo que incluso el Estado norteamericano está pagando muy caro, pues acaba de revelarse el escándalo del espionaje telefónico.
Pero no hace falta hablar de la Wikileaks o de la CIA para abordar los riesgos que se corre ahora nuestra reputación cuando nos exponemos a esa suerte de vitrina global. Facebook, por ejemplo, se ha convertido en la primera pista a la que recurre la Policía para investigar cualquier hecho y las empresas, según lo publica un reciente estudio realizado por la firma YPCC, observan muy bien lo que publican los postulantes en las redes sociales antes de darles trabajo. Obviamente, cada vez son más los que pierden excelentes oportunidades por culpa de su “comportamiento cibernético”.
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