Revolución, transformación, conversión, reforma, cambio. Por todos lados escuchamos propuestas que nos invitan a hacer giros radicales en nuestras vidas y en el funcionamiento de la sociedad. La política, la religión, la economía y hasta los que manejan los conceptos innovadores sobre la salud nos bombardean con mensajes en los que va implícita la conclusión de que las cosas no marchan bien y hay que cambiar de rumbo. El medio ambiente necesita que actuemos de manera urgente y la última propuesta de la ONU es que nos iniciemos en el consumo de insectos ahora, si queremos evitar que mañana la humanidad no ingrese en un colapso por la falta de alimentos, ¿se atreve?.
En política han hecho crisis todos los modelos de organización social y no sabemos hacia qué lado nos orientarán las flamantes teorías. Desde Roma, el nuevo papa también nos convoca a romper estructuras y volver a las raíces cristianas para enfrentar el cambio de época. Miremos a la tecnología. No terminamos de adaptarnos a una “ñañaca” nueva y aparece algo que nos obliga a transformarnos.
Las sociedades se convulsionan porque mientras unos tratan de imponer los cambios, otros se resisten. Los clásicos “revolucionarios” nos mienten cuando dicen que las grandes transformaciones ocurren de arriba hacia abajo, por obra y gracia de “iluminados” que sin duda alguna logran hacer algunos maquillajes, solo porque tienen de su lado el uso de la fuerza. Las verdaderas revoluciones son obra de los individuos, de los hábitos, de la mentalidad, de la voluntad de muchos que contagian, seducen y suman, siempre para bien personal colectivo. ¿Y cómo opera una revolución? Actúa a cada instante, cada vez que se nos presentan alternativas para actuar. Depende de cuál elijamos, estaremos trabajando en función de una transformación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario