viernes, 21 de junio de 2013

Cuando se acaba el circo

Algunos políticos sudamericanos siguen aplicando una fórmula que inventaron los demagogos romanos 140 años antes de Cristo, que consistía en mantener contento al pueblo con comida regalada y espectáculo gratis. “Bono y cortinas de humo”, sería el nombre actualizado de esa estrategia que en el fondo es la misma cosa. Pero así como en el Imperio Romano esa treta llegó a agotarse, lo mismo podría estar sucediendo en Argentina y Brasil, donde el fútbol es una suerte de droga social que han usado los gobernantes para hacer de las suyas. Cómo no recordar aquel Mundial del ’78 que les sirvió a los dictadores argentinos como alfombra para esconder la basura que comenzaba a aflorar por todos lados, todo lo contrario de lo que sucede hoy, cuando los rebalses de la corrupción del Gobierno de Cristina Fernández tienen más rating en televisión que los partidos de la liga profesional, que se emiten en el mismo horario que el programa del periodista Jorge Lanata. En Brasil, muchos no consiguen entender cómo es que nada menos que la Copa Confederaciones no logra aplacar la furia popular que mantiene en vilo a las principales capitales y que se extiende por todo el territorio nacional.

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