En una semana me tocó ir dos veces a lugares que yo definiría como “Trucholandia”, donde venden toda clase de artículos falsificados, ordinarios y tan desechables que hasta los chinos los descartan y seguramente nos los envían para alimentar este comercio en el que engañar al prójimo es moneda corriente.
Primero fui en busca de un control remoto y luego una batería para mi teléfono celular. El problema es que uno busca en ciertos locales de prestigio, donde ofrecen un mínimo de garantía y “janigua”, no hay, no sabe, no responde. Así que la visita al “Mutua”, a la avenida Uruguay o al shopping Bolívar es obligatoria.
Antes pensaba que sabía reconocer lo original de lo trucho, pero ahora admito que he perdido esa habilidad y lamentablemente todos los comerciantes aseguran que lo que venden es lo correcto o que al menos vale lo que uno está pagando. Me reí a carcajadas cuando una joven, del mercado Mutualista me dijo sin pestañear que su batería tenía garantía de tres días.
La verdad es que no queda más que resignarse, aguantar que lo timen descaradamente y dentro de muy poco tiempo retornar para recibir su dosis de “bolivianidad”. En esos dos días me sentí como deben estar la mayoría de los electores bolivianos ante las promesas de los candidatos a las elecciones ¿Cómo reconocer al trucho, al original y al que es puro lata? No hay cómo elegir, muy difícil.
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