Ya quisieran los líderes de América Latina tener a mano un hombre como José, el personaje bíblico que sabía interpretar los sueños del faraón y que predijo los siete años de abundancia, seguidos de otro periodo similar de gran escasez. Mejor sería, sin embargo, que los gobernantes procedieran con la misma sabiduría del rey de Egipto, que inmediatamente nombró a José como administrador de una estrategia para enfrentar el desafío de sembrar y ahorrar en época de abundancia para no sufrir hambre en la época de las "vacas flacas".
Lamentablemente eso no fue lo que sucedió en América Latina, un continente que lleva no solo siete, sino más de diez años en una bonanza económica histórica que le ha permitido paliar algunos problemas sociales, como la reducción a la mitad de la pobreza extrema, pero que con el paso del tiempo se ha llegado a la conclusión que fueron simples parches, porque el fantasma de la miseria reaparece en momentos que en que se muestran los primeros nubarrones de la desaceleración.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) acaba de hacer un nuevo recorte a los cálculos del crecimiento de 2014 y las previsiones no son nada positivas. El organismo dice que a la mayoría de los países le será muy difícil llegar al dos por ciento y en general será casi imposible alcanzar los promedios de la década pasada que sobrepasaron el 3,7 por ciento, llegando algunos a trepar por encima del cinco por ciento.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se ha referido a este fenómeno que refleja la fugacidad de la bonanza latinoamericana, pero sobre todo, sus efectos efímeros, por la acción de líderes que no atacaron problemas estructurales y se dedicaron simplemente a "repartir aspirinetas", cuando se requería el tratamiento para un cáncer crónico.
El PNUD ha publicado un estudio realizado en 18 países y que refleja el alto grado de vulnerabilidad de la gente que había superado algunos problemas de pobreza gracias a la época de abundancia. Dice que el 38 por ciento de la población se encuentra en esta situación, es decir, unas 200 millones de personas que no son pobres, pero que tampoco ingresaron en la clase media y que corren el peligro de perder sus conquistas de la última década.
El error, según el PNUD, ha sido enfocarse el crecimiento basado en el aumento del consumo y por otro lado, enfatizar en las políticas para combatir la pobreza desde el Estado. Los expertos en economía hablan de una burbuja que corre el peligro de romperse, con la disminución de los ingresos producto de la exportación de materias primas y que encuentra a los estados en una incapacidad de reproducir esos recursos, ya que sea con aumento de la producción (que no se incentivó) o a través de la recaudación de impuestos, porque la inmensa evasión fiscal que existe en la región fue una manera más, además de los bonos, que usaron los líderes demagogos para disfrazar las dificultades económicas de la gente.
De acuerdo al PNUD, entre los 18 países estudiados que representan el 90 por ciento de la población total, hay distintos niveles y en realidad solo Argentina, Chile, Costa Rica y en menor medida Uruguay hicieron ambos trabajos, es decir, entregar el pescado y al mismo tiempo reducir la vulnerabilidad, enseñándole a la gente a pescar para que no solo se reduzca la vulnerabilidad sino que la movilidad social de grandes grupos sea sostenible. En el resto de las naciones siguen tan frágiles como siempre, expuestos a los embates de los grandes indicadores macroeconómicos mundiales.
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