miércoles, 21 de septiembre de 2011

Caso Sanabria y el futuro del Gobierno

Es el propio presidente Evo Morales y algunos voceros de su Gobierno los que han estado alimentando las grandes expectativas generadas en el país por el juicio al ex director antidrogas de Bolivia, René Sanabria, detenido en Miami por narcotráfico, delito que él mismo confesó a cambio de la reducción de su sentencia.

El Primer Mandatario ha manifestado su temor de que Sanabria, quien asumió un cargo en el Ministerio de Gobierno después de haberse jubilado de la Policía, haya negociado su implicación en el narcotráfico con la justicia norteamericana. Esta afirmación no es nueva, pero ha sido lanzada con mucho más claridad a pocos días de que se produzca la condena del “narcogeneral”.

Extraoficialmente se sabe, gracias a reportes de inteligencia que publicó una cadena de televisión estadounidense, que por lo menos hay 40 funcionarios del Gobierno del MAS que conocían muy bien de las actividades que realizaba Sanabria, quien se convirtió en un verdadero “mayorista” de la cocaína y que supuestamente usaba sus contactos en la Policía para poder exportar droga a través de los principales aeropuertos del país. Un excolega suyo que no solo fue director de la policía antidrogas boliviana, sino que fue también la principal autoridad de la institución, ha confirmado las versiones periodísticas, aunque deslindó su responsabilidad al afirmar que oportunamente él emitió los informes respectivos a las autoridades gubernamentales.

Con relación a Sanabria, un hombre de altísima confianza del régimen boliviano, el ex ministro de la Presidencia Juan Ramón Quintana, ha dicho recientemente que en realidad se trataba de un agente de la DEA que presuntamente tejió toda una trama para implicar al Gobierno en las drogas. Esta declaración, además de sorprender, porque no existen bases para sostenerla, parece surgir de la misma actitud desesperada de una cúpula gubernamental que se deja traicionar por el nerviosismo.

La turbación del Gobierno ha aumentado aún más, después de que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, mencionara a Bolivia entre los países que no cooperan en la lucha internacional contra las drogas. Textualmente, el mandatario norteamericano dijo que el país “ha fallado de manera demostrable en cumplir sus obligaciones señaladas en los acuerdos antinarcóticos internacionales durante los últimos 12 meses”. El balance es el más duro de los últimos cuatro años, tiempo en el que Washington no ha cesado de llamar la atención sobre la falta de contribución boliviana en el tema y que precisamente motivó la pérdida de las ventajas arancelarias que otorga el país del norte a las naciones andinas.

Pese a todo, Evo Morales mantiene su pose desafiante, sobre todo cuando tiene a un auditorio tan especial  como el de Cuba, donde recientemente aseguró de manera contundente que las relaciones diplomáticas entre Bolivia y Estados Unidos no van a mejorar. También manifestó que se siente feliz por haber expulsado al embajador norteamericano en La Paz y en relación al narcotráfico, se justificó afirmando que si hay producción de cocaína es porque hay una inmensa demanda por satisfacer en los países capitalistas.

No hay duda que el caso Sanabria ha sido un agente altamente perturbador en la realidad nacional. El Gobierno no puede ocultar el estado de emergencia en el que se encuentra. Falta saber qué nivel de incidencia tendrá este hecho en el futuro del país, especialmente en lo que respecta al Gobierno. Por las reacciones que se les escapan a Evo Morales y a sus principales colaboradores, todo parece nublado.

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