viernes, 9 de septiembre de 2011

El ‘cambio’ al desnudo

El conflicto por el Tipnis ha desnudado por completo al “proceso de cambio” y así, expuesto como se lo ve, no es más que un movimiento de forajidos que busca cuanta cueva exista en el país para meterse allí y dar rienda suelta a sus más bajos instintos.

Toda esa ideología con la que empapelaron el país todos estos años y sellaron la Constitución, no eran más que rótulos prestados de los alcahuetes de las ONGs que no ven la hora en que termine el experimento para ver cómo queda el desbarajuste que armaron, con la misma actitud colonialista y desquiciada del que arma una orgía en un zoológico.

Ese racismo y resentimiento que siempre se denunció en contra de los mestizos y de los blancoides, ahora les brota hasta por los poros a los agentes del cambio contra unos pobres desvalidos que reclaman la última porción de esperanza que les quedaba. Quieren hacer cruzamientos de las mujeres yuracarés con los cocaleros para que de ahí surja el nuevo boliviano “mercantilista y con gran visión económica”, según sostiene nada menos que el viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas, quien criticó a los ministros “carapálidas” por su falta de arte para negociar con los indígenas. Para engatusarlos, habrá querido decir, tal como lo hizo Colón cuando llegó con sus espejitos de colores a estas tierras.

“Salvajes”, así ha llamado a los indígenas benianos, el secretario ejecutivo de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), quien es de la idea de que una carretera será la respuesta para que los originarios accedan a la civilización. De ahí a la “Civilización y Barbarie” que propuso Sarmiento para aniquilar a los dueños originales de las pampas argentinas hay un solo paso. Esa fue la gran excusa de un genocidio que se repitió por todos lados en el mundo, con la cantaleta de que había que darle paso a otra raza o cultura superior, portadora de progreso y adelanto. Eso va quedando perfectamente claro en las actitudes de los operadores de este régimen de aventureros.

Los mismos que fueron usados como carne de cañón en Pando para consumar una patraña, hoy son los nuevos inquisidores que se atrincheran alcoholizados y amenazantes con los bolsillos llenos de plata que le meten senadores y ministros expertos en engañifas y golpes bajos, pero sobre todo, despojados del menor atisbo de escrúpulo. Esas hordas de fascinerosos, al mando de un parlamentario que se mete en todo lo que desprenda mal olor y que ni siquiera es capaz de cumplir con sus propios hijos, se muestran hoy como modelo de ciudadanía comprometida con los altos intereses del país, cuando en realidad buscan nuevos surcos para multiplicar los “chapares” en territorio nacional, lo que implica más coca, más narcotráfico, más autos chutos y todo ese abanico que dibuja hoy la verdadera silueta del “narcopopulismo”.

Así como en los años ’90, los indígenas del oriente boliviano fueron los que señalaron con absoluta claridad las grandes debilidades del sistema democrático y expusieron ante el mundo que los cambios en Bolivia no habían pasado de la mera formalidad, ellos mismos son los que hoy nos ayudan a todos a mostrar el verdadero rostro de este proceso político, pernicioso y saqueador  como el peor de los regímenes que haya gobernado este país.

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