jueves, 1 de septiembre de 2011

Noel Kempff, 25 años después

Hoy más que nunca se hace necesario recordar con mucho ahínco la figura del científico y naturalismo cruceño, Noel Kempff Mercado, asesinado por sicarios del narcotráfico en la Serranía de Caparuch, dentro del territorio que hoy ocupa la reserva ecológica que lleva su nombre.

La muerte de Kempff Mercado, ocurrida el 5 de septiembre de 1986 fue un hito histórico que marcó un antes y un después en la lucha contra el narcotráfico, no porque el Estado haya decidido incentivar la interdicción y la erradicación de los cultivos de coca, elementos que, por motivos políticos, siempre han tenido sus altibajos y han estado sujetos a múltiples controversias.

La lucha frontal contra las drogas fue encarada en realidad por la sociedad en su conjunto, después de que las mafias habían socavado por completo el tejido social, las familias, la juventud, las empresas y por supuesto también a la instituciones del Estado, las Fuerzas Armadas, la Justicia. Aquel hecho que conmocionó a la opinión pública nacional, sirvió de catalizador de una reacción popular que afortunadamente tuvo una correlación en las decisiones públicas destinadas a arrinconar a los grupos de traficantes que habían convertido a Bolivia en una narco-república.

Esa muerte desnudó toda una trama siniestra que lamentablemente nunca fue develada por completo. En ella estaban involucrados altos dirigentes políticos y personalidades que se ocuparon de tender un cerco de impunidad que posteriormente cobró la vida del diputado Edmundo Salazar, quien tuvo la osadía de investigar a fondo el caso y acercarse peligrosamente a los verdaderos responsables y dueños de una de las fábricas de cocaína más grandes encontradas en el país hasta esa fecha, con ramificaciones internacionales y un gran poder económico y político.

Qué paradoja. A 25 años de ese fatídico suceso y sobre todo, después de tantos esfuerzos que hizo el país por combatir a una lacra tan lacerante, otra vez estamos viviendo un nuevo auge del narcotráfico que amenaza con ser aún más grande, más dañino y con una mayor capacidad de penetración en todas las esferas sociales y políticas de Bolivia.

Otra vez las familias bolivianas han comenzado a ver al narcotráfico como una opción válida de prosperidad económica. El Estado nuevamente está seriamente implicado en esta actividad y existe una fuerte convicción de que la está promoviendo, hecho que consigue seducir a muchos bolivianos convencidos de que la impunidad está asegurada. Ya no existen dudas de que en Bolivia están operando numerosos cárteles de la droga de Colombia y México, lo que amenaza con derivar en una espiral de violencia sin precedentes. Cientos de comunidades están tomadas por los narcotraficantes, los campesinos dejan sus campos para dedicarse a cultivar y procesar la coca, cuyas plantaciones han vuelto a alcanzar cifras récords. Son cada vez más los jueces y fiscales comprometidos con el delito. La Policía ha sido penetrada por los narcos y la droga aparece por toneladas en todas las direcciones.

Los narcotraficantes consiguieron en los años 80 sentar sus bases en una de las reservas naturales más valiosas del país. Hoy otro pulmón verde también está amenazado por el avance del circuito coca-cocaína, aunque su destrucción podría ser esta vez total y definitiva. La sociedad no debe esperar otra muerte como la de Noel Kempff para reaccionar de la misma manera. Se trata no solo de salvar un parque, sino todo un país.

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