jueves, 1 de septiembre de 2011

Las grandes oportunidades

El futbolista costarricense Wilson Muñoz cobró notoriedad
internacional luego de rechazar la “gran oportunidad” que le dio una
hermosa y atrevida modelo que se metió en la cancha después de un
partido y frente a toda la multitud le pidió que le autografiara las
nalgas. El jugador no perdió la compostura, se disculpó con la joven y
se marchó, dejando a la guapa señorita con los pantalones abajo y con
sus absurdas ganas de cobrar notoriedad por el suelo.

Me preguntaron qué hubiese hecho yo en ese caso y respondí que tal vez
no hubiera tenido la misma templanza para rechazar “tremenda
oportunidad”. En estos casos, lo más frecuente es sentir un
atufamiento que no nos deja razonar como lo hizo aquel futbolista.
Enfrentar oportunidades parece cosa fácil cuando nos ofrecen un buen
trabajo o un gran negocio, pero se hace más complicado cuando se trata
de las otras “oportunidades” que más que nuestra inteligencia,
desafían nuestro carácter. Un inmenso y delicioso plato de comida que
nos causará indigestión; esa copa demás; la provocación de un iracundo
que nos hace perder los estribos; ese insoportable deseo de juzgar a
los otros, de criticar, de hablar por demás y transmitir un rumor
infundado. Quién puede resistirse a devolverle el insulto a un micrero
en la calle o a maldecir y renegar de todo y de nada.

Cotidianamente nos vemos ante la gran oportunidad de cultivar virtudes
poco inculcadas por la sociedad. Mesura, prudencia, templanza,
equilibrio, integridad, cordura, son aquellas que tienen que ver con
el temperamento  y que hacen la diferencia entre alguien civilizado,
con mucha categoría y los que solemos “mostrar la hilacha” con suma
facilidad. En este caso, Wilson Muñoz, de quien no tengo antecedentes
como deportista, me dio una gran lección que decidí compartir en mi
clase y con usted amable lector.

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