jueves, 29 de septiembre de 2011

¿Cuál es tu marca?

En mis épocas de adolescente me gané más de un tirón de orejas por
“marquista”, término que usaba mi madre para referirse a mi enfermizo
apego por comprar sólo cosas “de marca”, especialmente ropa. Recuerdo
que mi padre solía apoyarme y decía que yo tenía “paladar” para
diferenciar lo fino de lo ordinario, algo que él siempre me ha
inculcado porque odia la cultura de lo desechable. Esa combinación tal
vez hizo que yo no me vuelva un consumista compulsivo y que más bien
me incline por las cosas durables, algunas que tal vez nunca vuelves a
reemplazar, como un buen reloj o una herramienta.


Ahora existe toda una ciencia que se dedica a estudiar las marcas y
que considera que el sello de una empresa, llámese “Google”, “IBM” o
“Mercedes Benz”, vale más que todas las máquinas, fábricas, oficinas y
edificios de la compañía juntos. Es más, hay multinacionales que lo
único que tienen es marca, como “Microsoft”. Eso es porque hay una
serie de valores –no muchos-, que van asociados a cada marca. Por
ejemplo, “Volvo” es sinónimo de seguridad y “Apple”, de innovación.
Obviamente ese valor es la puerta de entrada hacia otros que van de la
mano y que no pueden desprenderse.

A los estudiantes siempre les digo que no se esfuercen en acumular
tantos valores. Basta que se agarren de uno, que lo practiquen, que lo
perfeccionen y verán cómo los otros llegan por añadidura ¿Cuál es tu
marca? Si elijes “puntualidad” por ejemplo, eso se convertirá en
“respeto”, “confiabilidad”, “organización”, etc. Y si eliges
“honestidad” como único capital a ser cultivado, no te cuento la gran
cantidad de “hijos” que van a salir de esa virtud tan huraña y celosa.

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