lunes, 12 de septiembre de 2011

La economía no perdona

El Gobierno no le teme a la economía, no ha terminado de comprenderla. Solo le asusta con inflación, que equivale a ver la fiebre, atacarla con pildoritas y descuidar la tremenda infección que avanza sin control.

El vicepresidente García Linera, quien pretende hacerse ver como el más versado del régimen en materia económica (también se cree experto en diplomacia... y así nos va), anunció hace algunas semanas que el Gobierno tomaría sus precauciones para evitar que la crisis mundial impacte negativamente en el país. La única medida concreta que se ha observado desde que dio esa cátedra ha sido el anuncio de una ley que le permitirá al Banco Central de Bolivia (BCB) comprar todo el oro que se produce en el país, una fórmula absolutamente especulativa que busca frenar la inflación. Esta acción se suma a las constantes operaciones que efectúa el BCB para retirar dinero de circulación de manos del público, política de idénticos propósitos y que es totalmente lícita, pero que no va más allá de atacar los síntomas del problema.

¿Cuál es el grave problema? Lo más feo de todo es que la crisis económica global encuentra a Bolivia más vulnerable que nunca, pese a que, desde hace diez años, el país ha estado experimentando una bonanza económica nunca antes vista en la historia. El auge de los precios de las materias primas, especialmente de los minerales e hidrocarburos, nos ha llevado a descuidar otros sectores, incluso el cultivo de alimentos. La producción ha disminuido y la importación bate récords todos los meses. Cada vez tenemos que invertir más del dinero que recibimos por las exportaciones en comprar cosas que podríamos producirlas internamente, con el consiguiente beneficio de generar empleo, diversificar la economía y evitar la fuga de divisas.

En este momento, el 85 por ciento de las exportaciones bolivianas depende solo de dos rubros: minerales e hidrocarburos; y deberíamos estar temblando de miedo, porque precisamente estos dos sectores han comenzado a experimentar caídas debido a la reducción de la demanda internacional. De hecho, ya se ha registrado una baja en los precios del 27 por ciento y se calcula, que por concepto de gas, el país recibirá 272 millones de dólares menos en lo que resta del año.

Cómo habrá sido de grande el descuido que, en los últimos diez años, el peso de los productos no tradicionales exportables cayó del 48 al 15 por ciento, lo que implica menos cultivos, menos industrialización y menos manufacturas. Obviamente, una economía más vulnerable y dependiente.

Lo peor de todo es que la fiebre sigue aumentando; es decir, la inflación no baja con las tabletas que le recetan los expertos del Gobierno. Ni siquiera con las cataplasmas que se aplican, más concretamente con las restricciones en contra de los productores que evitan que estos cultiven y exporten más.

La meta inflacionaria, calculada con una serie de artimañas y trucos de disimulación, está por cumplirse tres meses antes de lo previsto. Ahora, además de evitar que el chico alucine y termine muriéndose de fiebre, vamos a tener que pensar en cómo se  desarrolle y no pare de crecer, algo que en situaciones de emergencia es muy difícil.

No hay comentarios:

Publicar un comentario