jueves, 8 de septiembre de 2011

Los apetitos de la sociedad

Todavía andamos algo asustados en la familia por culpa de algunos
sobresaltos relacionados con la salud. Cayeron dos con presión alta
que nos obligaron a soplar, correr y sudar en busca de los médicos.
Menos grasa, jóvenes, menos sal, menos frituras, fue la reprimenda del
clínico que me llegó a mí también, por supuesto.

Me asaltó la obsesión al observar tantos boliches, comedores y
restaurantes que no ofrecen más que grasa y sal en forma de pollo
crocante, arroz que brilla y papas fritas que desbordan en aceite.
Cientos, tal vez miles de locales dedicados a satisfacer el apetito
más elemental del paladar humano: la grasa y la sal, que juntos,
satisfacen nuestro primario concepto de lo apetitoso, lo sabroso y que
obviamente están mandando a muchos a la tumba con obesidad, diabetes y
males coronarios.

“Eso vende”, diría un periodista que prefiero no mencionar y que cree
que nuestra obligación como informadores es satisfacer los más
primitivos apetitos del televidente, que sin duda alguna, pasan por
la violencia, la farándula y el morbo. Así se degenera todo, la
medicina abandona la salud y se dedica a alimentar el apetito del
hedonismo con la cirugía plástica. Miren la política boliviana, “el
cambio”, cómo ha caído tan bajo: abocada a fomentar los innobles e
insaciables apetitos de los cocaleros, de los contrabandistas y de los
narcotraficantes.

Ningún padre responsable, ni siquiera ese periodista del que hablo, se
inclinaría jamás a satisfacer todos los apetitos de su hijo, es decir
dulces, chocolatines y caramelos, por más que lloren y zapateen,
porque su misión pasa por buscar la nutrición y salud de los más
pequeños.  Pensemos un poco en qué tipo de “apetitos sociales” estamos
fomentando y hacia dónde nos están conduciendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario