jueves, 1 de septiembre de 2011

Salvando a Evo Morales

El presidente Morales se ufana todos los días de la dignidad y de la
soberanía de su Gobierno.  Adopta poses de niño prepotente contra
Usaid, contra los indígenas que marchan hacia La Paz e incluso ha
llegado a decir que Bolivia no necesita de la cooperación
internacional para satisfacer las necesidades de la población.
Esa presunta autosuficiencia –que en realidad no pasa del discurso en
el plano económico-, tampoco es como se la pinta en el plano político.
La prueba es que otra vez, un operador externo de talla del ex
presidente brasileño Lula Da Silva, acude al salvataje de Evo Morales,
cuya imagen internacional y por supuesto, la interna, están tocando
fondo.

No es la primera vez que Lula acude en auxilio de su ex colega
boliviano y tampoco es el único mandatario extranjero que ha hecho
este trabajo “bomberil “ en los últimos años. Hace un tiempo, Lula
apeló a sus mejores dotes de cura confesor para recomendarle
públicamente a Evo Morales paciencia y un poco de mesura en su estilo
de gobernar. En varias ocasiones tuvo que ser Hugo Chávez, el que
acuda a Bolivia para ajustar las clavijas y cuando el Gobierno del MAS
se metió en el enredo de la nacionalización de los hidrocarburos, fue
también Chávez el que viajó como chaperón de Evo a una cita
internacional, donde se suponía que el gobernante brasileño debía
cantarle las cuarenta por el maltrato que le aplicó a la petrolera
Petrobras.

El Gobierno de Evo Morales ha sido el que más trabajo le ha dado a la
Unasur, el brazo operativo del Foro de Sao Paulo, ese club de líderes
izquierdistas del que forman parte Lula, Chávez, Cristina Fernández y
Rafael Correa. Fue la chilena Michelle Bachelet, al mando de Unasur
la que quitó las papas del fuego el 2008, cuando la crisis política
amenazaba con desbordarse en el país y el presidente venezolano no
paraba de pregonar que su intención era desatar un Vietnam en Bolivia
y por televisión le ordenaba a los comandantes militares nacionales
reprimir a la gente en Pando y en Santa Cruz. Emisarios
internacionales tuvieron que forzar de alguna manera el diálogo
aquella vez, porque la única salida posible que era capaz de generar
el oficialismo era la violencia.

Evo Morales se ha comprado avión y ya no usa las naves que le prestaba
su amigo venezolano, pero no ha sido capaz de asumir una personalidad
propia en la conducción del país, mejor dicho, no ha logrado pasar de
la captura del poder al desarrollo de un gobierno con respuestas para
la gente. Lula ha llegado al país cuando la crisis con los indígenas
se le ha ido de las manos a un régimen que no ha conseguido salir de
sus posturas intransigentes. El presidente se enfrasca en que “sí o
sí” se va a construir la carretera Villa Tunari-San Ignacio y repite
una y otra vez que las demandas de los pueblos originarios son
inatendibles. La única reacción que se le ocurre a su gabinete es
organizar campañas de desprestigio contra los líderes de la protesta y
apelar a la única capacidad que ha desarrollado el régimen en estos
años: amedrentar y amenazar.

Ninguna de las “grandes” iniciativas que ha tenido este Gobierno en
todo este año le ha salido bien, salvo claro, la legalización de los
autos chutos y robados que se llevaron una inmensa tajada de su imagen
internacional. En lo único que le va bien es en la promoción de las
actividades ilegales, porque en el resto ha tenido que apelar a las
disculpas permanentes o, como en este caso, tener que recurrir a Lula
para que lo salve.

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