¿Puede un estado crear riqueza? La pregunta es oportuna justo ahora que el gobierno boliviano impulsa la nacionalización como la gran bandera del cambio y pretende que el sector público domine, si es posible, el ciento por ciento de la economía.
El asunto es más polémico todavía, cuando se observa que el Presupuesto General de la Nación del 2015 destina el 50 por ciento del dinero de la gente a las 35 empresas estatales, entre las que se encuentran las nacionalizadas, las expropiadas y las que han sido creadas por el régimen en estos nueve años.
El otro elemento que se debe tener en cuenta en esta discusión es la amenaza que enfrenta nuestro país, cuyos ingresos dependen en gran medida del gas y de la minería, ante la caída de los precios de las materias primas, que podrían ocasionar disminución en los ingresos y por tanto, poner en riesgo los emprendimientos públicos en los que tanta fe han depositado nuestros gobernantes, convencidos de hacer funcionar en Bolivia doctrinas que fracasaron en todo el mundo y en numerosas ocasiones.
Aunque el Ministro de Economía diga que Bolivia es una isla blindada en medio de un mar que se visualiza turbulento, no hay que descartar un escenario difícil en el que el “modelo” boliviano deberá probar que no solo es capaz de gastar, distribuir y derrochar la riqueza que se gestó bajo el esquema “neoliberal”, sino que también tiene la posibilidad de crearla, con producción, emprendimientos, ingenio, tecnología, agilidad, interconexiones, etc.
La verdad es que nueve años es un tiempo considerable como para demostrar algunas de las bondades del régimen en materia de creación de riqueza, algo que no se ha visto lamentablemente, aunque el oficialismo trate de demostrar que la bonanza que hemos estado viviendo salió de la inventiva y la laboriosidad de los funcionarios que hoy manejan esas empresas. De cualquier forma el resultado no es como para “tirar mantequilla al techo” pues apenas nos jactamos de haber reducido algunos puntos de la extrema pobreza y de haber ayudado a ingresar a la clase media a una pequeña porción de bolivianos. Sin ser muy pretenciosos, en las circunstancias económicas que se avecinan y que algunos ya califican como una posible recesión mundial, los bolivianos deberíamos conformarnos con que Bolivia no caiga en uno de los tantos pozos que figuran en triste historia de ciclos crisis-bonanza.
Desafortunadamente hay ejemplos que indican que si bien el Estado boliviano hará todos los esfuerzos contables y utilizará todos los trucos monetaristas para capear la situación, en la creación de riqueza será un completo fracaso, como lo ha demostrado Huanuni, con grandes pérdidas en pleno auge de los minerales, o como la empresa textil Enatex, que en manos estatales hizo crecer las pérdidas en un 340 por ciento.
Y es que el Estado nunca ha sido capaz de generar riqueza. Eso lo hacen las personas que arriesgan su propio dinero y lo invierten, pagar, ganar y vivir bien, algo muy concreto, pero que en manos de los políticos se vuelve un espejismo estadístico. ¿Qué debe hacer el Estado? Simplemente dejar de estorbar a todos quienes hoy están sufriendo hostilidad, inseguridad, avasallamientos, burocracia y un sinnúmero de restricciones que impiden la generación de riqueza.
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