En Bolivia es más fácil ser evasor de impuestos que hacer los trámites para cumplir con las obligaciones de un Estado que cobra como si fuera Suiza y presta servicios peor que Somalia. Es como si el aparato público estuviera diseñado para torturar a los pocos "estúpidos" que deciden no ser ilegales o informales y constantemente les manda el mensaje para que se cambien de bando y se pasen al de los vendedores de ropa usada, de los cocaleros, los contrabandistas y loteadores, entre muchos otros sectores que gozan de grandes "privilegios" en este país.
Pongo la palabra "privilegio" entre comillas porque la gente que vive en la informalidad en realidad es víctima de un Estado que los usa, manteniéndolos en ascuas, sometidos al miedo y amarrados a las faldas de los políticos que los protegen a cambio del apoyo y la movilización.
Eso crea una mentalidad de "loteador", alguien que nunca se estabiliza, que no echa raíces, que se cobija debajo de un toldo, que no mejora su casa y que ni siquiera construye un baño decente, porque no tiene papeles y vive con el Jesús en la boca por la amenaza de que cualquier rato lo saquen del terreno.
El loteador, azuzado por politiqueros y porvivillos, piensa que está ganando cuando obtiene un lote gratis que lo condena a vivir como un paria por mucho tiempo. Esa es lamentablemente la triste realidad del 70 porciento de la población boliviana. Yo prefiero ser legal, aunque me torturen.
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