Bolivia está de moda dicen por ahí. Nuestro presidente es uno de los cinco mandatarios más populares del mundo, aunque el ministro de Economía, que creía que lo estaba haciendo maravillosamente quedó en el fondo de la tabla latinoamericana. “Tan mal no lo ha hecho”, dijo un expresidente del Banco Central. Eso para Bolivia ya es un gran logro. Bueno, además de esas grandes noticias, Bolivia está de moda por el Dakar, por “La Paz, Ciudad Maravilla”, por el anunciado Diablódromo que será mejor que el Cambódromo y el Sambódromo juntos, por el reciente nombramiento de Bolivia en la ONU como defensor de los deudores, entre ellos, a los irresponsables griegos que ahora se refugian en el socialismo para no pagar. Estamos de moda por la Cumbre G-77, por el Carnaval de Oruro que aparece en canales internacionales y porque se ha anunciado la presencia del actor inglés Jude Law. Excelentes motivos para brotar pecho, pero no faltan quienes pinchan el globo narcisista boliviano y dicen que el verdadero orgullo de un país se da cuando se gana una medalla olímpica, un premio Nobel, un Oscar o cuando alguna de las universidades nacionales figura entre los primeros 500 lugares en el mundo. Por si sirve de consuelo, en el país hay 240 nuevos millonarios y 26 de ellos figuran en la lista de los clientes de un banco que ayudaba a esconder su dinerito en Suiza.
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