domingo, 24 de julio de 2011

El inevitable gasolinazo

El presidente Morales ha vuelto a hablar de lo mal que se encuentran las finanzas bolivianas, aunque obviamente no lo admite en estos términos y tampoco entiende a cabalidad lo que está ocurriendo, de otra forma no hubiera tirado la casa por la ventana en ese absurdo y costoso acarreo de gente a Jujuy para ver un partido de fútbol.

Dice que el país se está desangrando por obra y gracia de los subsidios a los combustibles, que podrían alcanzar los 1.400 millones de dólares anuales, 400 millones por encima de lo previsto el año pasado (efecto de los autos "chutos"). Su discurso hace pensar a todos en una réplica del gasolinazo navideño del año pasado, aunque el susto que ha vuelto a provocar en la población lo ha hecho recapacitar y entonces recurre a otra de sus constantes amenazas; es decir, echarle mano a las reservas internacionales.

En honor a la verdad, el Gobierno no necesita de muchos trámites para hacer "chichisco" las reservas del Banco Central y de hecho ha estado haciéndolo en los últimos años. El problema es que el régimen de Evo Morales sabe gastar pero no tiene la menor idea de invertir, y menos en proyectos productivos. Le dieron mil millones de dólares a YPFB y se tiraron gran parte de los recursos en spots publicitarios, en pagar supernumerarios y pasajes al exterior. El resto del dinero tuvieron que devolverlo porque no sabían qué hacer con él, fenómeno que también se ha producido en la recientemente creada Empresa Boliviana de Industrialización de Hidrocarburos, a la que le asignaron un presupuesto de 6.000 millones de dólares. Los grandes cerebros de la compañía todavía están estudiando para qué cuernos puede servir tanta plata.

En los últimos cinco años, el Tesoro General de la Nación ha estado recibiendo cuatro veces más recursos que el año 2005. El presupuesto de 2011 es de 163 mil millones de bolivianos, 120 mil millones más que el dinero que manejaban los odiosos "gobiernos neoliberales" y pese a ello, las únicas "grandes obras" que el régimen puede mostrarle al país son una fábrica de cartón en Oruro, una planta para fabricar tapas de garrafas y, por supuesto, la compra de un avión en casi 40 millones de dólares; además, claro, de haber incrementado de manera monstruosa la burocracia nacional. Durante la gestión de Evo Morales se han gastado más de tres mil millones en la creación de empresas estatales, cuya única función ha sido fomentar el clientelismo.

Aún así, el dinero no le alcanza al Estado Plurinacional. En los últimos años la deuda externa ha crecido de manera exponencial hasta alcanzar los 3.300 millones de dólares, mientras que la deuda interna está por llegar a los cinco mil millones de dólares. Todo esto tiene una explicación. La caída de las inversiones petroleras ha provocado una reducción en la producción de líquidos, lo que obliga a importar cada vez más gasolina, diesel y gas licuado. Las políticas antiproducción también han causado una contracción en los cultivos de alimentos y, por ende, a batir récords en la importación en este rubro, que además sigue experimentando fuertes tendencias inflacionarias.

Para colmo, Venezuela acaba de anunciar que ya no costeará la repartija de cheques, lo que obligará a buscarle al presidente una nueva fuente de  financiamiento para su costosa manera de apuntalar su liderazgo personal. Estados Unidos también ha resuelto eliminar la cooperación a Bolivia, tendencia que podría repetirse con otros países donantes, sobre todo de Europa, debido a la grave crisis económica que atraviesan en el viejo continente. Es por todo esto que hablar de Gasolinazo no suena descabellado y el Gobierno tendrá que afrontarlo indefectiblemente.

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