jueves, 7 de julio de 2011

A mover el toco

 El otro día me encontré con dos compañeros de la infancia. Fue algo así como una cumbre de barrigones, aunque a mi favor debo decir que yo nunca fui ni de lejos un gran deportista, mientras que mis dos queridos amigos eran unos verdaderos cracks del fútbol y uno de ellos también se destacó en el atletismo. Me dijeron que de vez en cuando le pegan algunas carreritas, pero que prefieren no hacerlo porque casi siempre terminan con desgarros y estirones. Cuando los kilos se van saliendo de la raya, hacen como muchos, comprarse sus tarros y menjunjes para prepararse unos jugos bastante desabridos.

Días antes de este grato encuentro, un médico amigo, Braulio Mamani Paredes, especialista en salubridad, se lamentaba de la falta de interés de los adultos por el ejercicio físico, cuando en realidad son los que más lo necesitan. Dice que los gimnasios, frecuentados sobre todo por fornidos adolescentes y  bellas “magníficas”, deberían estar llenos de personas mayores, especialmente de la tercera edad y que la gente, en lugar de pedir que se construyan tantos hospitales, debería exigir programas de promoción de la salud preventiva, que incluya la educación física como el instrumento más eficaz para evitar enfermedades graves.

“¿Sabes cuantas trombosis, amputaciones, casos de demencia senil, problemas de la próstata y diabetes se podrían evitar con un buen trotecito diario o una caminata?”  Estos problemas, además de acarrear dolorosas experiencias a las familias, representan un enorme gasto para la sociedad. “Yo me cansé de curar, ahora trabajo por la salud”, me dijo Braulio, quien critica el errado enfoque de la salud pública, que debería ser reorientada hacia el cambio de mentalidad de personas como yo o como mis dos amigos petacudos. Como dicen por ahí, es cuestión de “mover el toco”.

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