jueves, 7 de julio de 2011

Evo, los cocaleros y Estados Unidos

Los coqueteos del presidente Morales hacia Estados Unidos van más allá del pedido público que hizo a los embajadores europeos la semana pasada para que le ayuden a recomponer las relaciones con la Casa Blanca. El primer mandatario ha pasado del discurso a los hechos, aunque tal vez hará falta mucho para restaurar la confianza de los norteamericanos en los aspectos más sensibles que toca a ambos países: la coca y el narcotráfico, sobre todo, luego de constatar todo lo que ha ocurrido en Bolivia y hasta dónde se ha metido la droga después de la expulsión de la DEA.

La semana pasada, como por arte de magia fueron detenidos dos peligrosos narcotraficantes colombianos y uno peruano, cuya expulsión del país fue decidida en tiempo récord, sin mayores trámites y obviamente, sin hacer ninguna de las reservas patrioteras que acostumbra el régimen en estos casos. Esta entrega puede ayudar, sin duda alguna, pero representa una bicoca en relación al nivel de penetración que han conseguido las mafias internacionales de la droga después de que el Gobierno de cambio les obsequió un territorio libre de gringos, radares y satélites.

Según los servicios de inteligencia colombiana, en Bolivia hay por lo menos tres mil narcotraficantes de ese país, aprovechando las ventajas que ofrece la tolerancia del régimen de Evo Morales hacia los desbordantes cultivos de coca, un aspecto que en Colombia ha sido atacado severamente y que ha obligado a muchos “inversionistas” a emigrar a territorios más fértiles. De acuerdo al mismo informe, en el país estas mafias han invertido mucho dinero, han introducido tecnologías novedosas para la fabricación de cocaína y financian con préstamos blandos la expansión de los cultivos de coca en zonas no tradicionales. Esta situación contrasta radicalmente con las versiones oficiales que de manera insistente han negado en los últimos años la presencia de cárteles de la droga en el país.

Por todas estas evidencias, por el último informe de la ONU y por todo lo que pueda decir el general Sanabria en Miami, no solo como narcotraficante confeso sino como ex zar antidrogas de Bolivia y como hombre de confianza del ministro de Gobierno, es que el presidente Morales ha comenzado a hablar de fracaso de su política cocalera. Hace unos días trató de sacar los pies del plato, argumentando que el desborde de los cultivos de coca se ha producido por culpa de los sindicatos del Chapare que no han ejecutado una correcta labor de control social. Es curioso que lo diga porque precisamente él es el máximo líder sindical del trópico cochabambino y fue su régimen el que inventó la fórmula de la autorregulación para la “hoja sagrada”.

En los últimos días, el presidente subió aún más el tono hasta alcanzar el nivel de la advertencia hacia sus compañeros cocaleros. En Sinahota les dijo que quienes no cumplen con el cato son enemigos de la coca y que los excesos en los que han incurrido (algunos están sembrando 40 veces más de lo permitido), harán pensar a los “gringos” que en Bolivia ha fracasado la política del cato que Evo Morales le impuso a los gobiernos anteriores.  Por último, el jefe de Estado amenazó a sus bases con el retorno de los agentes de la DEA si es que no cumplen con la erradicación voluntaria. Eso más que una advertencia o una premonición parece ser una realidad inevitable.

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