Ni siquiera Cuba o Venezuela expresan un verbo tan agresivo con Estados Unidos como lo hace Bolivia. Tal vez Irán sea el único país que mantiene el mismo tono antimperialista y así se pudo observar en la reciente Asamblea General de la ONU celebrada en Nueva York.
Las acusaciones, los insultos y las sospechas lanzadas contra Estados Unidos se han mantenido después de la cita cumbre, con fuertes alusiones a la presunta “guerra falsa” de los norteamericanos contra el narcotráfico, declaraciones que han tenido muy poca repercusión en la prensa nacional e internacional.
Todo lo contrario ha sucedido con las denuncias lanzadas contra Chile en Nueva York en relación a la demanda marítima. Pese a que el bombardeo verbal hacia el país vecino se ha hecho constante en todas las citas internacionales a las que acude Bolivia, esta vez ha contado con el torpe concurso del presidente chileno, Sebastián Piñera, para que el asunto se mantenga más de la cuenta en la cresta de la ola mediática, aunque todo parece indicar que la respuesta belicista del mandatario mapochino tiene que ver con la crisis política interna que enfrenta y que lo lleva, al igual que sucede en nuestro país, a salir por la tangente para desviar la atención y buscar cómo generar ciertas manifestaciones de cohesión. Para ser honestos, la única señal significativa que se dio internamente fue la del expresidente Tuto Quiroga, quien lanzó uno de sus acostumbrados juegos de palabras.
Confiado en repetir su éxito de Nueva York, el presidente boliviano acudió a la cumbre árabe-sudamericana celebrada en Perú, donde hizo la más arriesgada declaración que se haya hecho contra de Chile, país al que acusó de ser un peligro para la región. El escenario era de lo más propicio, habida cuenta de que los peruanos mantienen una fuerte rivalidad histórica con sus vecinos del sur, acrecentada últimamente por una disputa limítrofe que ha llegado a los tribunales de La Haya.
El establishment político peruano, siempre atento a buscar cómo mantener a Bolivia bajo su manto de influencia, mantuvo un silencio sepulcral al respecto. El Gobierno peruano no ha dicho ni una sola palabra, porque si bien existe un conflicto pendiente, en ningún momento han dejado de dialogar con Chile, hacen grandes negocios juntos y sobre todo, los peruanos buscan cómo consolidar el perfil de un país de contactos, respetuosos de las leyes, que promueve las inversiones y alejado de las posiciones sobreideologizadas que no hacen más que profundizar el aislamiento. Algunos importantes analistas se pronunciaron sobre las declaraciones de nuestro presidente y lamentaron que su viaje a Lima haya sido para tratar de azuzar a los peruanos en contra de los chilenos.
Posiblemente a Bolivia le esté haciendo falta una causa noble, justa y mediática para levantarla como bandera en los foros internacionales. El indigenismo y el medio ambiente fueron “caballitos de batalla” que el mismo Gobierno boliviano se encargó de estropear con su falta de coherencia y es obvio que su carencia de moral le impide seguir machacando sobre los derechos de la Pachamama y los pueblos originarios. Con la coca sucede algo parecido, pues cada vez que el régimen sale en defensa de la “hoja sagrada” con actitudes inquisidoras, los organismos internacionales y algunos países no hacen más que recordarle al país sus obligaciones (muy descuidadas por cierto) en la lucha contra el narcotráfico. Fuera de todo, es obvio que el mundo ya no está para las posturas pendencieras que buscan mantener algunos.
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