viernes, 26 de octubre de 2012

La política 2.0


Cuando el dictador tunecino Zine El Abidine Ben Ali intentó reaccionar como de costumbre, con violencia y represión, la población de su país ya había cobrado suficiente fuerza como para obligarlo a abandonar el país. Ocurrió a principios de 2011 en Túnez, el lugar de nacimiento del fenómeno político denominado “Primavera Árabe” que todavía no ha concluido y que ha tenido como núcleo central a las redes sociales, las mismas que han hecho noticia en estos días en Bolivia como consecuencia de unas polémicas declaraciones del vicepresidente García Linera.

De la misma forma que ocurrió en Túnez, donde la ciudadanía organizada a través de “juguetes electrónicos” como Facebook y Twitter, acabó con una dictadura de 24 años, la “multitud inteligente” también dio cuenta de la tiranía de Hosni Mubarack en Egipto, de Muammar Gaddafi en Libia y seguramente terminará por romper la vieja dinastía de Bashar al-Assad en Siria, que resiste en el poder en medio de un baño de sangre.

El uso de las herramientas digitales para hacer política no surgió en los países árabes, donde los dictadores no llegaron a entender el fenómeno y no pudieron bloquearlo ni siquiera eliminando el uso de la telefonía celular o las conexiones de internet. Lo que se denomina “Política 2.0” tiene sus orígenes en los atentados del 11-S y 11-M en Estados Unidos y España, que despertaron en la ciudadanía la motivación de compartir información, experiencias y opiniones a través de los dispositivos y plataformas que tenían a mano. Luego vendría el movimiento de “Los Indignados” en Madrid, Londres y Nueva York, cuya característica fundamental es el ímpetu de las grandes masas por rebelarse contra de los sistemas políticos y prescindir de ellos porque los consideran incapaces de resolver los problemas de la gente.

Las revueltas árabes no tuvieron militares ni grandes líderes políticos al mando. Los conductores de esos movimientos eran jóvenes (algunos de provincias del interior), súper usuarios de las redes sociales, activistas de los derechos humanos que se sorprendían todos los días al ver plazas llenas, calles repletas de gente gritando en respuesta a las convocatorias que lanzaban a través de Facebook o Twitter. Los regímenes políticos de aquellos países, que tenían el respaldo de las grandes potencias del occidente, que llevaban décadas de experiencia en el control de la libertad de expresión, que tenían controlados el poder militar, los sindicatos y todos los movimientos sociales que hacían política tradicional, fueron rebasados por completo y ninguna de sus herramientas, ni siquiera el bombardeo a través los medios de comunicación convencionales, fueron capaces de contener la avalancha.

Grandes líderes mundiales como Barack Obama se han rendido ante el poderío de las redes sociales y hoy tratan de usarlas a su favor; en Cuba, una bloguera solitaria, perseguida y sin conexión a internet fue capaz de romper la hegemonía informativa de la dictadura, que además, gasta millones cada día para mantener a la población en bloqueo cibernético, que ya no es tal, por las infinitas vías de acceso que tienen hoy estas herramientas.

En palabras del Defensor del Pueblo y periodista cruceño Hernán Cabrera: “Las redes sociales son la máxima expresión de la libertad de opinar, de expresarse, de manifestarse, de explayarse y eso no se puede controlar, censurar o limitar”.

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