A no ser que se trate de una simple maniobra mediática para confundir, suena por demás de absurda la propuesta de trasladar la consulta del Tipnis a otra población fuera del Parque Isiboro Sécure, donde los brigadistas no han conseguido ingresar por un bloque impuesto por los dirigentes y habitantes de esa reserva natural que se oponen a la construcción del tramo dos de la carretera Villa Tunari-San Ignacio.
Como si dos marchas y la tenaz oposición manifestada por los habitantes de ese territorio no fueran suficientes para expresar un rotundo “No” a la iniciativa gubernamental, las autoridades siguen empeñadas en forzar las cosas y extraer una respuesta positiva de donde no hay. Lo han intentado todo: las prebendas, las trampas, la persuasión, la represión y por último, miles de horas de vuelo de helicóptero, la militarización, los viajes presidenciales y las comisiones ministeriales no han sido capaces de doblegar la voluntad de los pueblos originarios que se aferran a su forma de vida y a los únicos medios de subsistencia que están amenazados por el avance de la coca y el narcotráfico, actividades que se verían facilitadas por una ruta asfaltada.
Han pasado dos años desde que estalló este conflicto. Es el más largo del que se tenga memoria en esta convulsionada historia nacional. Al Gobierno le ha costado mucho desgaste de su imagen, demasiada energía y recursos y todo indica que se está caminando en círculos.
Imaginemos que mañana el Gobierno se sale con la suya y extrae un “Sí” de la galera, como acostumbra hacer con las leyes y decretos. La construcción de esa carretera no será nada fácil. Los indígenas no se van a rendir con la promulgación de una ley o la redacción de un decreto que, dicho sea de paso, no los cumple ni siquiera el oficialismo. Si el régimen ha dispuesto el envío de un regimiento militar al Tipnis es porque prevé un escenario mucho más complicado que el actual. La represión de Chaparina quedará como un episodio menor comparado con el enfrentamiento que podría desencadenarse en la zona.
En la misma medida que el Gobierno se demuestra tenaz en su determinación, que alguna vez prometió llevarla adelante “sea como fuere”, los indígenas también se portan tozudos, sobre todo porque están defiendo su propia vida y la última oportunidad que les queda de hacer prevalecer sus derechos, olvidados y pisoteados durante más de 500 años de historia.
En los últimos días, coincidente con el primer aniversario de la represión de Chaparina, y como si no fueran suficientes los patéticos argumentos para justificar la impunidad, agentes gubernamentales han hecho públicas una gran cantidad de infamias y vituperios contra los dirigentes indígenas, quienes vuelven a hacer una demostración de cordura, al responder con mucha calma ante tanto insulto.
Toda esa andanada de insultos ha sido la antesala de la nueva propuesta, argumentando que la ley que promueve la consulta no prohíbe la realización de este proceso fuera del Tipnis, una manera insólita de interpretar las cosas. Y ante semejante idea y luego de tantos tropiezos ¿no ha llegado la hora de plantear una consulta nacional, es decir, un referéndum que abarque a toda la población para preguntarle si está de acuerdo o no con la carretera? No hay duda que esta es la única manera de salir de un atolladero que parece no tener fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario