domingo, 21 de octubre de 2012
El deterioro de la confianza
Algunos datos sueltos: 30 mil niños mueren por la diarrea todos los años en Bolivia, dos de cada diez bolivianos sufren hambre, el presidente quiere aumentar el número de militares en el país, el presupuesto de Defensa de Bolivia creció en un 123 por ciento en los últimos años, la asignación para los ministerio de Defensa y Gobierno es del 48,6 por ciento, mientras que salud y educación se llevan apenas el 9 por ciento.
Todos estos datos explican por qué en los últimos dos años se ha producido una “reducción generalizada de la confianza en las instituciones del Estado”, tal como demuestra un reciente estudio realizado por la Comunidad de Estudios Sociales y Acción Pública que publicó el libro “Cultura Política de la Democracia en Bolivia”.
El presidente dijo hace poco en tono de queja que algunos sectores abusan de la democracia, pero sin contradecirlo del todo, la percepción ciudadana considera que son las élites las que han fallado al observar una pérdida de legitimidad en las instituciones, debilidad de la justicia, corrupción y sobre todo una falla estructural de los gobiernos democráticos para ocuparse de los problemas de las mayorías. La gente cree que las autoridades están más concentradas en la reproducción del poder para fines personales, algo que en Bolivia y otros países ha sido llevado al extremo, pues los líderes se han propuesto gobernar a perpetuidad.
Acabamos de celebrar 30 años de vigencia de la democracia en Bolivia, un sistema que se instaló en luego de rotundos fracasos de los experimentos totalitarios y populistas. Y la democracia cayó en crisis y dio paso al régimen actual, justamente porque no cumplió las viejas deudas del Estado boliviano y que dejaron al país en los últimos lugares del ranking social de América Latina. Los datos resultantes del estudio mencionado nos están indicando que las condiciones siguen siendo las mismas.
Según el Índice Bertelsmann de Transformación (BTI), que mide los avances en democracia, economía y gestión de gobierno en 128 países, en Bolivia y en varias naciones de América Latina está retornando nuevamente el desencanto con la democracia, producto de la persistencia de las desigualdades sociales, el crimen organizado y la debilidad del Estado de derecho.
De acuerdo al informe, en algunos lugares sigue habiendo condiciones socioeconómicas “deficientes o incluso catastróficas”, algo que lamentablemente tiende a empeorar en la medida en que no se producen avances en la democracia.
Cuando el presidente Morales se queja del supuesto mal uso de la democracia, lo dice por el creciente aumento de los conflictos, que de acuerdo a los estudios que realiza el Observatorio de Conflictos, CERES, han seguido multiplicándose en el 2012, tal como ha sucedido en los dos años anteriores.
No hacen falta estudios muy sesudos para darse cuenta que la necesidad de aumentar los militares que propone el Gobierno tiene que ver con un fenómeno repetitivo en la historia nacional; es decir, el ingreso en un nuevo período de malestar social generalizado que vuelve a amenazar la estabilidad política. Mientras las élites bolivianas no entiendan que la solución pasa por atender las necesidades de la ciudadanía, la gobernabilidad será una quimera que no se recupera con las armas.
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