Las élites cruceñas que se han subido al carro del “proceso de cambio” porque “ahí va Clemente, a la bulla de la gente”, deberían estar conscientes que el amor siempre llega en paquete cerrado y por lo tanto, al avalar un proyecto político están asumiendo todas sus implicancias: el control de la economía, los avasallamientos de tierras, las extorsiones, las persecución, el hotel Las Américas y un fenómeno que nos está tocando muy de cerca y de manera extremadamente sensible a todos los ciudadanos: la violencia, los ajustes de cuentas, los secuestros y los asesinatos que recrudecen por culpa del narcotráfico, una actividad que sigue proliferando y que ha localizado como su epicentro a Santa Cruz de la Sierra.
Y así como ocurrió a finales de los años '70 y principio de los '80, el narcotráfico goza de la permisividad de las cúpulas políticas que no solo se niegan a reconocer el gran problema en el que estamos metidos, sino que se rehúsan a actuar con mayor fuerza. Solo falta demostrar que el régimen es un actor fundamental de este fenómeno, tal como sucedió en el pasado y como lo han demostrado algunos indicios, como el caso del general Sanabria y otros que salpicaron a lo más alto del poder gubernamental. En aquella ocasión la institucionalidad local en alianza con la ciudadanía llegaron a la conclusión que las drogas estaban destruyéndolo todo y decidieron actuar con un enérgico rechazo. Hoy no vemos una determinación similar y en todo caso se observan signos de la misma degradación de los valores que produjo previo al asesinato del célebre científico Noel Kempff Mercado.
Desde hace mucho se sabe que detrás de la criminalidad está la droga, ya sea por el factor del tráfico o por el aumento del consumo. La mayoría de los hechos violentos en el país son cometidos por personas bajo los efectos de la droga y frecuentemente esos crímenes son más violentos. Un reciente informe ha revelado que la drogadicción no solo ha aumentado, sino que se ha expandido hasta tocar todos los estratos sociales, incluso los más altos, que ahora se vuelcan hacia las drogas pesadas, con el riesgo de generar un mercado como ocurrió en Colombia y en México, donde existen bandas dedicadas a traficar heroína, LSD y opio, entre otros productos.
Esto no tiene por qué sorprendernos, ya que en el 2013, la propia Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico había advertido que el microtráfico de drogas había aumentado en todo el país y en el caso específico de Santa Cruz, Trinidad y Oruro, los puntos de ventas de cocaína, de marihuana y pasta base al menudeo, se habían triplicado. El caso de los vendedores de droga en los colegios y de los estudiantes que son reclutados como “dealers” se han convertido en un drama para nuestra educación, para los maestros y directores que no hallan cómo poner atajo y menos conseguir la reacción de los poderes públicos llamados a actuar, que ni siquiera llevan adelante una campaña seria en contra de la drogadicción.
No hace falta ser experto para decirlo, pero de todas formas ya lo han advertido especialistas como el director de la fundación InSight Crime, Jeremy McDermott, con una larga trayectoria estudiando el movimiento del crimen organizado en el mundo. El experto dijo que al ritmo que va, Santa Cruz se convertirá en el nuevo Medellín o Ciudad Juárez de Sudamérica y también afirmó que en el departamento operan mucho más los emisarios de los cárteles a los que se refiere el gobierno. ¿Aceptaremos esto sin chistar? ¿Ya está aceptado?
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