En la última década, líderes como Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Evo Morales, los hermanos Castro y algunos mandatarios africanos y asiáticos cobraron notoriedad por “robarse el show” cada vez que asistían a citas internacionales, gracias a su verbo amenazante, algunos insultos y sus posiciones desafiantes hacia otros países y contra los organismos multilaterales a los que suelen descalificar constantemente.
En la cita de la ONU que se celebra en Nueva York aquellos jefes de Estado mantuvieron el mismo comportamiento, aunque esta vez la respuesta, tanto de la “platea” como de los máximos exponentes de la política mundial los miraron de reojo y en muchos casos los ignoraron, como se puede evidenciar en las imágenes de video que muestran discursos a salón semivacío.
Y no fue solo eso. La prensa internacional no pudo dejar de reflejar cómo la diplomacia del Vaticano evitó de manera reiterada el contacto del presidente venezolano Nicolás Maduro con el papa Francisco, pese a la insistencia del mandatario, que siguió los pasos del pontífice desde Cuba hasta Nueva York. Lo propio pasó con la argentina Cristina Fernández, quien se quedó con los crespos hechos esta vez y que también fue soberanamente ignorada por la delegación norteamericana.
También se supo por los medios informativos y por los propios voceros diplomáticos que existía el interés del gobierno boliviano de organizar una cita entre Evo Morales y Barack Obama. Y si bien la Embajada de Estados Unidos lamenta que no se haya podido concretar el encuentro, en círculos diplomáticos de alto nivel se dijo que el rechazo de la Casa Blanca fue una respuesta al lenguaje beligerante que mantiene el régimen nacional hacia la nación del norte.
Estas señales muestran con mucha claridad que los regímenes del bloque bolivariano están en declive y se lo hacen saber no solo por la pérdida de legitimidad política y los pésimos resultados que han obtenido en sus países, especialmente en Venezuela y Argentina, sino también por la absoluta descolocación de sus discursos, con las mismas posturas radicales y los gestos de confrontación en un mundo que está buscando cómo reencontrarse para enfrentar amenazas globales como el cambio climático, el terrorismo y los refugiados.
Precisamente fueron esos los temas que coparon la agenda de Nueva York. El Papa habló de ellos; hubo una reunión entre Obama y el ruso Vladimir Putin, de la que salió humo blanco para iniciar una arremetida conjunta contra el extremismo islámico en Siria, pues ni bien terminó la cita neoyorquina iniciaron los bombardeos rusos a las posiciones yihadistas, una amenaza mundial que nuestros líderes populares ignoran constantemente.
La Asamblea de la ONU era propicia para celebrar los avances entre Cuba y Estados Unidos, los acuerdos nucleares con Irán, las buenas señales que han dado algunas potencias para la reducción de los gases de efecto invernadero, el consenso mundial para derrotar al extremismo islámico y algunos otros aspectos que preocupan al mundo y que ahora son la prioridad. Algunos prefirieron mirar para otro lado y continuar con su libreto desfasado.
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