Cuando Daniel Scioli percibió lo que le esperaba en las urnas, hace un par de semanas, mandó llamar a Evo Morales para que lo acompañe en algunos actos públicos y le brinde su respaldo público. Nuestro mandatario es una figura internacional de peso, pero no es la más gravitante y es la única que le queda al bloque del Socialismo del Siglo XXI, cuyos principales referentes se han extinguido, han caído en desgracia o simplemente ya no quieren aparecer en la foto, esa en la que siempre figuraban Chávez, Lula, Cristina, Rafael Correa, Fidel y Raúl Castro, Néstor Kirchner y Daniel Ortega, con algunas apariciones esporádicas de Dilma Rousseff y el uruguayo Mujica.
En el caso del venezolano Nicolás Maduro, obviamente hay quienes ya no quieren ni nombrarlo, como sucede con sus antiguos asesores, los españoles de Podemos, quienes aspiraban a exportar este modelo a Europa, donde sus ideas se desinflan como la espuma. Ollanta Humala llegó cuando ya no era aconsejable aparecer en ese cuadro y ahora se da cuenta que lo hizo muy bien.
Los analistas no dudan en señalar la caída del Kirchnerismo en Argentina, como uno de los hechos políticos más significativos de la última década en América del Sur, pues se trata de una de las piezas más importante del bloque” populista-izquierdista-socialista-progresista” que ha estado en auge en el continente y que cobró impulso a partir del Foro de Sao Paulo. Lo sucedido este domingo será gravitante para acelerar la oscilación del péndulo latinoamericano que va inclinándose hacia la derecha desde principios de esta década.
Como cualquier otro proceso político importante, el que ha estado en boga en América Latina ha sido altamente interdependiente, por la incidencia que han tenido los factores externos en la bonanza económica de los países, donde la popularidad de los mandatarios ha sido directamente proporcional a la repartija y el clientelismo. Y no hay duda que el petróleo venezolano, la experiencia cubana y los mercados de Brasil y Argentina fueron los ejes más importantes de este bloque que pudo capear el aislamiento económico, con una dependencia extrema de la economía china y con un Mercosur fortalecido gracias a las abundantes compras de Venezuela, cuya generosidad llegó a todos los confines del imperio populista que buscaba gestarse en la región.
Y no hay duda que uno de los que más sentirá la ausencia del Kirchnerismo será Evo Morales, cuya popularidad ha sido apuntalada constantemente por los “progres” argentinos urgidos de darle un rostro diferente a su modelo, opacado por el brillo de las carteras y vestidos de doña Cristina, sin ningún referente popular autóctono, pues casi todo lo que propala como revolución es falso.
La pieza del Kirchnerismo, además, parecía la más afianzada, la de mayor blindaje; mucho más que el Chavismo o el Lulismo, aunque no tanto como el Evismo. Lo sucedido recientemente es una constatación de lo vulnerables que se han vuelto estos liderazgos que lucían imbatibles. Es una pésima noticia para los herederos de Chávez, los próximos en someterse a las urnas y para todos los que tendrán que medir el peso del populismo en tiempos de crisis.
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