El río Acre al norte del país se desbordó el 17 de febrero y dejó reducido a un pueblo fantasma a Bolpebra, donde más de 900 familias han tenido que abandonar sus viviendas y refugiarse en comunidades vecinas, en territorio brasileño. Ese mismo día, las autoridades nacionales fueron notificadas de este hecho, pero lo minimizaron porque se acercaban las celebraciones del carnaval.
La ayuda gubernamental ha demorado en llegar y cuatro días después, el presidente Morales ordenó al vicepresidente García Linera trasladarse al lugar para evaluar los daños, mientras él disfrutaba de las fiestas, las coplas y el gran baño de popularidad que se dio en Oruro. En el Chapare, donde inauguró su propio programa radial, el mandatario terminó de enterarse de lo que sucedía en la Amazonia boliviana. Él mismo informó que las inundaciones en la frontera con Perú y Brasil han causado “estragos”, aunque destacó el hecho de que no se haya tenido que lamentar pérdidas humanas.
Desde el sábado pasado, los medios de comunicación han estado informando sobre lo que sucedía en Bolpebra, pero nada hizo cambiar la agenda carnavalera que se habían trazado las principales autoridades nacionales. Hasta el martes, los pobladores y dirigentes de Pando seguían exigiendo ayuda para coadyuvar lo poco que podían hacer los soldados que enviaron las Fuerzas Armadas para paliar la situación. Algunos se quejaron de que funcionarios de alto nivel habían llegado hasta el lugar simplemente para observar y evaluar, pese a que la emergencia ya era evidente, con viviendas cubiertas de agua y centenares de personas huyendo al monte, buscando sitios de mayor altitud.
La Alcaldía de Cobija declaró “zona de desastre” al municipio, ante las peores riadas sufridas en treinta años, sin embargo, el Gobierno central todavía dudaba el martes sobre una declaratoria de emergencia por los desastres climáticos que han azotado durante los días de carnaval a casi cien de los 327 distritos municipales del país, donde ya suman casi nueve mil los damnificados y las pérdidas son cuantiosas en cultivos, animales y propiedades. En su programa radial, el presidente seguía dudando de la situación y anunció una reunión de gabinete para analizar la posibilidad de decretar “Emergencia Nacional”, medida que finalmente se decidió ayer por la mañana.
Tal como ha sucedido a lo largo de la historia boliviana, el carnaval, que sumerge a la población en el baile y en el jolgorio, causa también inercia entre las autoridades, cuya responsabilidad parece declararse en feriado y las decisiones se dejan para después, cuando ya es demasiado tarde y la gente ha tenido que padecer penurias indecibles que se hubieran podido evitar en parte, con una reacción eficiente y oportuna.
Cuesta creer que nuestros gobernantes no tengan un mínimo de sensibilidad frente al sufrimiento de miles de personas y se entreguen al jolgorio como simples ciudadanos, como si no pasara nada. Ahora resta poner manos a la obra y actuar conforme dicta la urgencia. El decreto recientemente lanzado por el Gobierno aprueba el uso de recursos extraordinarios para atender los desastres y lo óptimo sería que todo lo necesario se agilice cuanto antes.
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