jueves, 2 de febrero de 2012

¿A qué te atas?

Una persona muy querida, se resistía a irse de vacaciones con
su familia. Era un viaje que todos habían esperado, soñado y varias
veces postergado por mil y un razones. Pero esta personita se negaba.
No había forma de hacerla entrar en razón. Luego de muchos ruegos,
reflexiones y alguna que otra rabieta, al final confesó el gran motivo
que la “ataba” a su querido terruño. No quería perderse los últimos
capítulos de la telenovela mexicana o venezolana (qué importa) que
había seguido durante varios meses.

Escuché la historia de una señora que refleja la otra cara de la
moneda. Ella padece una enfermedad terminal y cuando el médico le
explicó que le quedaba muy poco tiempo de vida, les pidió a sus hijos
que la lleven a una casa nueva. Ella es muy creyente y decía que de
esa forma se prepararía mejor para ir al encuentro con Dios. En una
casa alquilada, sin sus muebles, sin las fotografías en las paredes,
sin el jardín que tanto había cuidado y sin toda esa historia
encerrada en cuatro paredes, no tendría mucho a qué atarse y
prepararía mejor su mente y su corazón para lo que ella consideraba el
momento más feliz de su existencia.

Ahora existe toda una corriente de pensamiento inclinada hacia el
minimalismo. Uno de esos geniecillos de las nuevas tecnologías, Andrew
Hyde, se ha hecho famoso no sólo por sus inventos, sino también por su
manera de vivir. El solo posee 15 objetos, porque de esa manera es más
fácil viajar de un lado a otro, como acostumbra hacer. No hay nada que
lo ate.

Cuando los caballos son jóvenes cuesta atarlos. Se resisten y hasta
suelen romper la soga que los amarra a la tranquera. Pero una vez se
acostumbran al cabestro, no hace falta ni siquiera hacerle el nudo,
basta con ponerle la cuerda al cuello y se quedan quietos, como
nosotros los seres humanos, atados al pasado, a nuestros prejuicios y
otras “telenovelas” que perturban nuestra mente y no dejan espacio
para algo mejor.

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