domingo, 14 de agosto de 2011

Chávez, Dios y la salvación

Hugo Chávez ha puesto de moda hablar de Dios; lo hace cuando el cáncer
le pisa los talones. Eso me hace recordar a Charly García, que en toda
su rebeldía dice que muchos confunden a Dios con un empleado de banco,
al que van y le ruegan por ayuda cuando están desesperados.

Con la biblia bajo el brazo, con el Jesús en la boca y mucho menos
agresivo que antes, el líder venezolano ha estado mostrando su lado
espiritual, faceta nunca antes vista en su vida llena de invocaciones
a la confrontación y a la violencia. Muchos ven hipocresía en este
gesto, sobre todo porque Chávez, más que ganarse el cielo, necesita
recuperar su imagen para conseguir una nueva reelección el próximo
año.

De todas maneras, en estas circunstancias vale la pena reflexionar
sobre lo que en el fondo debe andar buscando Chávez, un sentimiento
que nos une a todos los seres humanos, de todas las razas y religiones
y que se traduce en una pregunta clave: ¿Me voy a salvar?

La promesa de Dios suena infalible, según nos lo recuerdan los que más
saben de “la salvación”. Recuerdo al hermano José Antonio López, en el
colegio Marista hablándonos emocionado de la parábola del hijo pródigo
para hacernos entender el concepto de la “misericordia”. La idea es
que, no importa lo que hayamos hecho, si al final de nuestros días se
produce el verdadero arrepentimiento, es posible conseguir el perdón y
la salvación que a otros suele costarles toda una vida de privaciones
y santidad.

Parece contradictorio, pero ni la Biblia ni la fe pueden ser juzgadas
con la lógica: en el libro de Salmos dice: “Yo amo a los que me aman,
y me hallan los que temprano me buscan”. Y el profeta Amós la remata:
“Irán errantes de mar en mar; desde el norte hasta el oriente
discurrirán buscando la palabra de Jehová, y no la hallarán”. De
cualquier forma, es cuestión de fe.

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