miércoles, 24 de agosto de 2011

Patético patético

En el Gobierno sobran los voluntarios para dar golpes bajos. ¿Qué pasó esta vez? ¿Por qué tuvieron que poner al presidente Morales en la vergonzosa y patética misión de mostrar ante las cámaras de televisión las evidencias del espionaje telefónico perpetrado contra los dirigentes de los indígenas que marchan hacia La Paz?

Después de aquellas fotos bajadas del Facebook que mostró el ex ministro Rada; después del videosoborno; después de las fotografías del capitán Andrade; las presuntas pruebas contra Usaid de Juan Ramón Quintana; después del caso del joven fusilero que quería matar al presidente con un disparo a 1.500 metros de distancia; después de todas las denuncias de complot, magnicidio e intentos de golpe que jamás se han probado; después de todos esos papelones, a los que tiene que sumarse, por supuesto, la idea de que en Bolivia está en marcha un maniobra que une a la ultraizquierda con la ultraderecha para derrocar al Gobierno, aparece el presidente Morales con una lista de llamadas telefónicas que habría realizado uno de los líderes indígenas con el personal de la Embajada de Estados Unidos, con el fin de organizar los pormenores de la movilización en contra de la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos.

Es probable que al Gobierno se le hubieran agotado los voluntarios para semejantes trajines, de la misma forma que se han acabado todos los interlocutores y no queda más que la figura del presidente Morales para poner la cara. No hay duda que en eso tienen razón los dirigentes de la Cidob, “o es con Evo o con nadie”, pero seguramente nunca imaginaron que el “jefazo” haría semejante representación.

El Gobierno ha declarado enemigos a todos los que han tenido la osadía de expresar su disidencia o, como en este caso, exteriorizar una demanda legítima, amparada en la Constitución Política del Estado. Cuando fue Cochabamba, mandaron a los cocaleros a incendiar la ciudad; en Pando armaron toda una película de apaches y bandidos para defenestrar al prefecto y en Santa Cruz, la puesta en escena fue un thriller que de la noche a la mañana convirtió en “terroristas” a los líderes regionales que reclamaban autonomía. El espionaje a los indígenas, un acto ilegal e inadmisible, deja en claro que al MAS no le interesa gobernar, entendiendo este concepto como la manera de buscar soluciones concretas a los problemas de la colectividad. Su único interés sigue siendo mantenerse en el poder a cualquier precio y con cualquier tipo de armas, sin importar lo patético que esto puede parecer, ya que el único mensaje transmitido por el presidente el domingo pasado fue su propia desesperación.

Lo más patético, sin embargo, es que al Gobierno se le han acabado los enemigos que insistentemente ha tratado fabricar todos estos años. El único adversario visible del oficialismo es el propio Gobierno, que no para de ponerse zancadillas, una tras otra. Hasta hoy, los dardos de la ineficiencia, del abuso, las mentiras y la corrupción se los había llevado el entorno que rodea al presidente Morales, cuya imagen mantiene todavía ciertos niveles de credibilidad. Pero mostrar al Primer Mandatario en esas astucias es, sin lugar a dudas, un acto suicida que podría llevar a quemar el último fusible que le queda al régimen.

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