miércoles, 3 de agosto de 2011

Cuestión de cultura


Estados Unidos ya es el tercer productor de quinua del mundo y los platillos elaborados a base de este precioso cereal andino se venden en 25 y 30 dólares en lujosos restaurantes de Nueva York. La demanda mundial de quinua está creciendo y en universidades de California apuran las investigaciones para incorporar nuevas variedades adaptables a todo tipo de clima y suelo. Lo mismo pasa con el amaranto, bautizado como “el alimento de los astronautas” y algo parecido sucedió con la papa en el Siglo XVIII en Europa, donde el tubérculo originario de Bolivia y Perú fue la clave para poner fin a las hambrunas que causaron durante décadas cientos de miles de muertos. En el país ninguna universidad se atrevería a crear un “instituto de la papa” que se dedique a investigar todas las propiedades nutritivas que posee este vegetal. La universidad del Tahuantinsuyo de la ciudad de El Alto, acaba de poner los ojos en la quinua, pero no para desarrollar los cultivos y analizar cómo diversificar su utilización. Acaban de crear una suerte de facultad de estudios ancestrales para formar a las nuevas generaciones de amautas y hechiceros. Usarán la quinua para adivinar el futuro. Es la forma particular que tenemos los bolivianos de aprovechar nuestra riqueza natural y cultural.

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