Alguien va a tener que explicarle al presidente Morales que “sector productivo” no tiene que ver solo con los cocaleros, la única franja de la economía boliviana que ha incrementado su producción, que exporta sin ningún problema, que recibe grandes cantidades de capitales extranjeros y que se ha metido de lleno en la industrialización, con tecnología de punta, que permite obtener más valor agregado con menor cantidad de insumos.
La explicación es estrictamente necesaria, porque recientemente, en la apertura de la Cumbre Social que se desarrolla en Cochabamba, el presidente Morales afirmó que Bolivia no necesita reactivar su sector productivo como lo plantearon los dirigentes de la COB, quienes se abstuvieron de participar en el encuentro oficialista.
El presidente acaba de ser informado que el país ha roto nuevamente el récord histórico de exportaciones, lo que automáticamente se traduce en un incremento de las reservas internacionales. Él está convencido de que ese es un fenómeno productivo y sin duda lo es, pero ocurre en China, en Brasil, en la India y en otros mercados cuyo dinamismo ha generado un fabuloso incremento de la demanda de materias primas y por ende, un aumento de los precios. El ejemplo más claro es el gas. En el 2004, un millar de metros cúbicos costaba menos de un dólar y en este momento Bolivia lo está vendiendo en más de diez dólares a la Argentina. Es obvio que no se necesita producir más para aumentar los ingresos y eso es precisamente lo que ha ocurrido. De hecho, en ese periodo, la producción de hidrocarburos líquidos cayó en un 35 por ciento, lo que nos ha obligado a importar más diesel, más gasolina (esto también es histórico) y nada menos que gas licuado de petróleo.
Evo Morales dice que no se necesita reactivar la economía porque eso equivaldría a tener que aumentar la inversión pública y destinar todo el dinero que se destina hoy al gasto corriente, a las pegas, al proselitismo los 365 días del año y a toda clase de despilfarro (50 mil millones de dólares en cinco años) en una verdadera revolución productiva y no en esos remedos de empresas públicas creadas por el Estado Plurinacional que no producen nada y ocasionan pérdidas. Cómo va a decir el presidente que no se necesita reactivación, si YPFB no ha logrado perforar ni un solo pozo, si estamos exportando gas y minerales tal como se lo extrae de la tierra. Ni un solo gramo, ni una sola molécula industrializada.
Transferencia. Ese es otro término que debe entender el presidente. Transferir no solo es la repartija de bonos, que dicho sea de paso, representan menos del dos por ciento del presupuesto. Este concepto significa volcar los ingresos que se generan en las actividades extractivistas, que son no renovables, que son poco intensivas en empleo y que son altamente dependientes de los precios internacionales, hacia otros sectores como el agropecuario, las manufacturas, la agroindustria, el turismo y otras franjas que son capaces de darle sostenibilidad a la economía boliviana y generar un desarrollo integral.
El presidente no parece estar enterado que Bolivia está rompiendo cada mes los récords en importaciones, sobre todo en el rubro de los alimentos, en el que se han registrado caídas estrepitosas, no solo por falta de incentivos reales sino por las constantes trabas que ha inventado el régimen con intenciones de destruir a los sectores productivos del oriente boliviano. Bolivia debería estar siguiéndole los pasos a Brasil, pero lamentablemente está en el camino inverso.
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