miércoles, 4 de julio de 2012

¿Relanzar la autonomía?

Ahora que desde el Palacio Quemado deciden cuándo y cómo tumbar al
gobernador y también señalan quién debe ser el sucesor de Rubén
Costas, no cabe la menor duda del retroceso en el que hemos caído en
materia de autonomía y descentralización. Estamos peor que los tiempos
en los que se designaba a dedo a las autoridades locales, pues al
menos en el pasado, se buscaba el consenso entre las distintas fuerzas
vivas e instituciones y además se identificaba a una figura pública
respetable para ocupar cargos de responsabilidad. Ese procedimiento ha
quedado recudido a los contubernios de oscuros personajes que han
cobrado notoriedad con sus habilidades para el pillaje político.

Que digan ahora los enemigos de la autonomía, o aquellos que no la
entendieron a su tiempo, si es que el proceso autonómico no es
exactamente el sinónimo de la profundización de la democracia. El
Gobierno del MAS hizo lo que debía porque su misión era precisamente
construir una hegemonía autoritaria hipercentralizada. Lo lamentable
es que quienes debían hacer el trabajo opuesto, se entregaron antes de
tiempo, claudicaron y ahora son responsables de que la población
cruceña esté a merced del abuso y de la amenaza hacia su propia
libertad.

Hay que defender a Rubén Costas. Claro que sí. Es un principio
fundamental ir en contra de quienes están violando el derecho de todo
un pueblo de elegir a sus gobernantes. Sin embargo, alguien también
tiene que juzgar la traición que se ha hecho del mandato de los
cabildos y del aplastante voto popular a favor del proceso autonómico
que se quedó estancado por el falso liderazgo que ha estado usurpando
los anhelos de toda una región.

El triste episodio que está por consumarse, que no es más que la
cereza en la torta para un centralismo que nos viene humillando
cotidianamente, podría convertirse en el punto de inflexión en Santa
Cruz, un departamento que tiene que replantearse muchos aspectos de su
vida social y política. Es necesario hacerlo si lo que se busca es
revigorizar la lucha autonómica, única forma de que los cruceños
dejemos de ser la colonia del Estado Plurinacional.

Si lo que se busca es la autonomía, lo que significa más democracia,
Santa Cruz ya no puede estar en manos de oscuros grupos de poder que
son los que deciden, vetan e impulsan todos los procesos políticos,
señalan los liderazgos que hay que apuntalar y son también los que han
marcado el camino de la desidia y el entreguismo responsables de que
hoy la resistencia hacia los aprestos para derrocar a Rubén Costas,
estén reducidos a grupos de idealistas y personas de gran convicción
que luchan para que no se consume un nuevo atropello contra la
democracia y la autonomía.

A Santa Cruz le dieron la orden de bajar los brazos, le prohibieron
hacer política y lo han amenazado para que no vuelva a levantar
cabeza. Ese ha sido un pacto que han cumplido a pie juntillas los que
negociaron la autonomía con el régimen nacional y que convirtieron una
causa genuina e histórica en moneda de cambio para conservar sus
privilegios clientelares frente al Gobierno central.

Si no se produce un cambio fundamental en el liderazgo cruceño y en la
manera de forjar a los líderes y a sus movimientos, la caída de Rubén
Costas será el equivalente de la sepultura de la autonomía, pese a que
el proceso autonómico va mucho más allá de una figura política
pasajera.

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