jueves, 26 de abril de 2012

Caminar en círculos

Decir que “los conflictos no son nada” es repetir viejas palabras que no hacen más que confirmar que el país cambia muy poco o casi nada con el tiempo y que parece condenado a repetir sus historias y reproducir una y otra vez el círculo vicioso en el que estamos atorados desde que nació la república.

En 1998, Hugo Banzer decía que “los conflictos son música para mis oídos” y en el 2003, Gonzalo Sánchez de Lozada afirmaba que “apenas son cuatro terroristas en el conflicto”. Eran años en los que comenzaba a acelerarse el deterioro de un sistema de cosas que terminó por desplomarse a finales del 2005, cuando un consenso histórico en Bolivia llegó a la conclusión de que había que hacer cambios de fondo.

Muchos cambios se han hecho desde entonces, algunos muy radicales, pero lamentablemente la población sigue atravesando las mismas experiencias de siempre, las que vivió en épocas revolucionarias, en la dictadura y las que le ha tocado sobrellevar en estos 30 años de democracia que parece no rendir los frutos que todos esperaban y mucho menos los que se prometieron en una hiperinflación de expectativas. Y si bien Bolivia siempre ha estado al borde del precipicio, lugar donde suele detenerse antes de arrojarse al vacío, no cabe duda que también corremos el riesgo de repetir la triste historia del periodo 1982-1985 por el nivel de conflictividad que arrecia en el país.

El inicio de la novena marcha de los pueblos indígenas del oriente boliviano es otra muestra de lo rápido que se pueden repetir los sucesos en Bolivia sin dejar la lección aprendida. Han pasado apenas seis meses de un episodio similar que conmocionó al país, que ocasionó un enorme derroche de energías y recursos y que causó  un fuerte deterioro de la imagen gubernamental. Pese a ello, vuelven a escucharse las mismas arengas, las amenazas son idénticas, al igual que las actitudes, las posturas de los políticos, las acciones de acoso, las hostilidades y todo el cuadro bochornoso que se ha estado promoviendo estos meses y que delata una crónica inmadurez de la dirigencia nacional y de la democracia en general.

La política nacional insiste en sus viejos métodos, refleja los mismos mensajes de siempre y apela a las estrategias repetitivas que provocan también las reacciones clásicas de malestar que derivan en los típicos conflictos, bloqueos, marchas, etc, etc. Durante todos estos meses previos a la marcha, no se ha producido ni un solo atisbo de creatividad o un gesto que marque la diferencia o que por lo menos delate el interés por buscar soluciones de fondo por la vía del diálogo, la transparencia, sin marcar al adversario como el enemigo, al que hay que destruir con estrategias oscuras y maniobras que deterioran aún más a la política, que debiera ser la búsqueda incesante del bien común y la paz social.

Es frustrante para la ciudadanía tener que vivir una vez más este episodio que ha dejado heridas abiertas que costarán mucho en sanar y que seguramente se constituirá en otra vuelta de tuerca que bloquea las posibilidades de salir de este atolladero que nos mantiene paralizados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario