En Bolivia todas las fiestas son religiosas y fiestear es una religión. Hasta el
Carnaval tiene que ver con la religión. Los brasileños se escandalizan cuando
ven al obispo de Oruro abrir el desfile carnestolendo, ofrecido a la Virgen
del Socavón. El “Dios Momo” no tiene cabida en Oruro, allá le bailan a
la virgen, de la misma forma que los paceños lo hacen con el Señor del
Gran Poder, los tarijeños con San Roque y los cochabambinos farrean de
lo lindo y mueven la cintura por la virgencita de Urkupiña. Hay copas
en el Día de los Difuntos, en las fiestas patronales y cualquier
acontecimiento en el país es motivo de rezos y también de brindis.
Bolivia es uno de los pocos países que tiene una diosa borracha, la
Pachamama, que bebe y bebe obligada por sus devotos, que tratan de
purgar de esa manera su gran apego al trago. El Gobernador de La Paz,
César Cocarico ha decidido no emitir el auto de buen gobierno para los
días de Semana Santa, una forma de invitar a la gente que aproveche el
feriado para beber tranquila y que no vaya a misa. Eso, además de ser
una contradicción con la supuesta intención del Gobierno de reducir el
alcoholismo, es apoyar la religiosidad popular, a la que no le importa
mezclar ni el trago, ni bebida con religión.
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