domingo, 22 de abril de 2012

Nacionalización de YPF en Argentina

Aquí no expropiamos, presidente Rajoy". Esa fue la primera frase que le lanzó el presidente colombiano Juan Manuel Santos al jefe del Ejecutivo español, de visita en Bogotá para participar en un Foro de inversiones y cooperación empresarial.

Santos se refería de esa manera a la decisión del Gobierno de expropiar las acciones que la petrolera española Repsol tenía en la compañía argentina YPF, la maniobra de su tipo de mayor envergadura en los últimos tiempos, superior incluso a las nacionalizaciones que ha ejecutado el presidente venezolano Hugo Chávez. El mandatario colombiano reflejaba con su exclamación el temor que muchos sienten a las repercusiones que la medida pueda tener en la región.

El mismo respaldo otorgado por Colombia, ha recibido el Gobierno español de México y también de Chile, donde el ministro de Economía Pablo Longueira, ha expresado su preocupación por la decisión argentina, porque según él, “no abona a la confianza y a la certeza jurídica que requiere la región para captar inversiones”. La medida adoptada por la presidente Cristina Fernández, a quien el prestigioso diario londinense Financial Times ha calificado como una “pirata”, ha acaparado la atención de la reciente Asamblea del Fondo Monetario Internacional, donde además del llamado de atención que hizo el organismo, se ha lanzado la propuesta de expulsar a Argentina del G-20. En Europa ya se habla también de eliminar las preferencias arancelarias a los productos argentinos, a lo que se debe sumar la reacción de Estados Unidos de incrementar las penalidades económicas que ya le venía aplicando al régimen populista de Buenos Aires. El gobierno de Uruguay, el candidato más cercano a sufrir las remezones de lo ocurrido con YPF, confía en que todo esto no afecte las inversiones de la petrolera argentina y de todas compañías extranjeras en el país.

Lo que manifiesta el ministro chileno apunta al mayor peligro que puede acarrear la decisión argentina. Pese a que España atraviesa una difícil coyuntura económica, aún sigue siendo uno de los mayores inversores en América Latina. Cuando se produjo el periodo de mayor bonanza económica en la nación ibérica, en las pasadas dos décadas nuestro continente fue el destino de un gran flujo de capitales españoles. Si bien Iberoamérica es el destino natural para los inversionistas de España, al menos durante un periodo esto podría contraerse y crear una suerte de contagio en el resto de la inversión extranjera.

Para Bolivia es particularmente riesgoso lo que ha hecho Argentina. Repsol es un gran operador en la industria petrolera nacional y su interés estaba dominado por el gran peso del mercado argentino que tenía bajo su control. La retirada de la compañía española podría provocar una disminución de las inversiones en el país, sobre todo después de constatar que el Gobierno argentino no tiene muy claro qué va a hacer con la nueva YPF estatizada.

Bolivia tiene muy malas experiencias en el manejo del contrato con la vieja petrolera estatal argentina, más concretamente con atrasos en los pagos, pedidos de rebaja en el precio del gas de exportación y pago en especies. Argentina creó hace unos años la empresa estatal del gas, ENARSA, que junto a YPFB han sido muy poco eficientes para impulsar la integración energética de ambas naciones. Con todo esto, Bolivia no debería ser el primero y mucho menos el único en festejar (como ha sucedido) la reciente nacionalización de YPF.

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