jueves, 12 de abril de 2012

La venganza de las pirañas

Volviendo del recio Chaco cruceño, donde pasé los días de Semana Santa, me topé con la noticia de los bañistas de la laguna Sapocó, de Concepción, que fueron atacados por pirañas, peces que suelen volverse agresivos cuando los cardúmenes aumentan de tamaño y falta la comida.

Ambas cosas parecen haberse juntado con la capital de Ñuflo de Chávez, donde la ausencia de depredadores, que suelen ser los lagartos, ha ocasionado la proliferación de las voraces pirañas, que seguramente ya dieron cuenta de las sardinitas con las que suelen alimentarse. La sobrepesca en los afluentes de la poza también contribuye al fenómeno. “Es la venganza de los ríos”, pensé,  luego de contemplar la gula de carne blanca con la que muchos atacan el Viernes Santo “de ayuno”.

En el retorno del Chaco mi hija adolescente me mostraba lo plácidas que se veían las familias en sus humildes viviendas. “Qué aburrido”, me dijo. Le contesté que un día tal vez nos veamos obligados a calmarnos como lo hacen los chaqueños, cuyas vidas transcurren en medio de la escasez de agua y la abundancia de sol y calor. Tendremos que sosegarnos, como decían nuestras abuelas cuando nos veían a brincos por todos lados.

El planeta no podrá aguantar tanto ir y venir, tanta depredación, tanto consumo y destrucción. Me complace que los concepcioneños tengan la oportunidad de ver las consecuencias de los actos que ellos y sus visitantes han ocasionado en la naturaleza, que ahora les mordisquea las nalgas a manera de alerta. Menos mal que todavía hay agua, hay vida y sobre todo, formas de reparar los daños. Es una oportunidad que deben aprovechar para que puedan disfrutar no de una, sino de muchas más semanas santas, sin pirañas y por supuesto, sin los excesos que dañan los ecosistemas de los pueblos y, por lo visto, nos están comenzando a pasar factura.

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