En la avenida Banzer -cada vez más
intransitable-, cuando aparece una ambulancia, es curioso ver cómo
algunos taxistas y micreros se pegan detrás del vehículo para aprovechar
el espacio y avanzar más rápido. El oportunismo es una conducta muy
común en la gente de nuestro medio, pero lamentablemente no siempre los
que abren paso son los más indicados. Lo más frecuente es que en lugar
de ayudarnos a avanzar, “las ambulancias” bolivianas nos conduzcan a un
bloqueo.
El vicepresidente García Linera acaba de
convocar a la gente a romper la huelga de los médicos, que están por
cumplir dos meses de paro. Si de la población dependiera, el hastío que
siente ya la hubiera llevado a romper todos los bloqueos reales y
mentales que nos tienen de rehenes en este país.
Los catedráticos del
bloqueo nos obligaron a soportar por meses la interrupción del tráfico
en la carretera más importante del país. Ellos han sitiado ciudades, han
cerrado puentes, han clausurado escuelas y hospitales y la gente nunca
ha reaccionado como quisiera, porque intuitivamente sabe que el remedio
sería peor que la enfermedad y que lo mejor es insistir en el trabajo
diario, la educación y la disciplina de avanzar por más que el camino
esté sembrado de piedras, barricadas y alambres de púa, como los que
pusieron en San Ignacio de Moxos, a iniciativa de los que más saben de
estas cosas.
El bloqueo ha sido la forma en que los
gobernantes actuales han alcanzado el poder y precisamente ahora son
víctimas de su propia “medicina”. Lo triste es que no pueden pensar en
otra cosa más que no sea el bloqueo como antídoto de los graves
conflictos, que sin duda alguna, ellos han ocasionado, no la gente, que
viene soportando por décadas esta misma situación y que espera con
ansias la llegada de una “ambulancia” que abra el paso.
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