jueves, 17 de mayo de 2012

Elogio del atraso y la ignorancia

Martin Luther King desconfiaba de aquellos que eran capaces de ver virtud en la ignorancia. Veía mucha malicia en los que trataban de asociar la humildad con la falta de conocimientos, algo que ha sido utilizado con demasiada frecuencia por gobernantes que han terminado sacándole provecho a esa forma de razonar y a la idea de igualar hacia abajo.

En los años 40, cuando Juan Domingo Perón irrumpió en el escenario político argentino, se puso de moda la frase "alpargatas sí, universidades no" y el resultado de una política de semejantes características produjo una tremenda involución en un país que fue pionero en la educación en el mundo, que eliminó el analfabetismo mucho antes que Europa y que había conseguido organizar un sistema educativo más eficaz que el norteamericano, pese a que este había sido el modelo a seguir.

La educación jamás ha sido un factor de atraso de los pueblos, sino todo lo contrario. En las familias chinas, los miembros menos aventajados suelen trabajar duro para conseguir que al menos uno de los hijos pueda estudiar  y superarse para que después sea capaz de ayudar al resto del clan. Muchos pueblos hacen lo mismo, confiados en que los "hijos predilectos" devolverán con creces las ventajas recibidas. En casi todos los casos sucede así, aunque nunca faltan los malagradecidos. Lo más común, sin embargo, es que los profetas se vean obligados a buscar otras tierras para predicar su verdad.

En este momento, en Estados Unidos existe un fuerte debate sobre las razones que han llevado a la potencia mundial a perder importantes espacios a nivel  internacional y no dudan en señalar que ha sido el descuido en la educación y especialmente en la investigación científica el que menguó el poderío norteamericano. Durante las últimas décadas, los estadounidenses redujeron fuertemente el presupuesto de la NASA, lo que frenó en parte la carrera espacial, responsable de los grandes inventos modernos, el origen de los nuevos materiales y descubrimientos en diferentes campos que van desde la industria, la salud, la tecnología hasta la alimentación.

Afortunadamente se han dado cuenta a tiempo y de a poco están restableciendo los presupuestos históricos que les asegure la vanguardia en innovación científica y tecnológica, bases de la estructura económica.

Elogiar el atraso, jactarse de ser feliz por no estudiar, lanzar críticas hacia las nuevas tecnologías de la información y la comunicación frente a un auditorio empobrecido que necesita precisamente superar el abismo que produce la falta de conocimientos, no pueden ser tomados como una buena señal y menos una ocurrencia inocente.

Gracias a las nuevas tecnologías, las redes sociales y las facilidades que existen hoy para acceder a la información el mundo se ha vuelto plano; las distancias entre los "grandes" y los "pequeños" tienden a acortarse y hoy más que nunca los niños de Achacachi, de San Matías o de Yacuiba pueden tener las mismas posibilidades que sus pares de Nueva York o Ámsterdam de acceder al pleno de la cultura y el conocimiento universales. Por eso es que en este momento, elogiar el atraso, la desinformación y la ignorancia es un pecado que no se puede tolerar.

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