jueves, 24 de mayo de 2012

Santa Cruz: futuro y amenazas

El departamento de Santa Cruz pronto tendrá cuatro millones de
habitantes. Sigue siendo la tierra de las oportunidades, su enorme
potencial parece inagotable, tiene rienda suelta para desarrollar áreas
como el turismo, la industria y los servicios. De a poco se ha convertido
en el centro de las actividades culturales del país y el desarrollo urbano
no parece tener límites. ¿Puede echarse a perder todo esto?

Desde el punto de vista de la ciudad capital, los expertos no se
cansan de advertir que Santa Cruz va camino a la insostenibilidad y
que la explosión demográfica, la falta de previsión y de atención de
los problemas, pueden agravar el desorden, la inseguridad, el
narcotráfico y la marginalidad. Y observando a la región, la falta de
liderazgo, la ausencia de cohesión y la pérdida del rumbo de las
élites, parecen poner en peligro el sitial que el departamento está
llamado a cumplir en el país. Parece que hemos perdido la perspectiva
histórica que impide visualizar el horizonte que nos espera.

Hay eventos que deberían recordarse y lamentablemente pasan al olvido.
El 19 de mayo pasado se cumplieron 54 años de la masacre de Terebinto
que provocó la muerte de numerosos líderes cívicos de Santa Cruz que
libraban una de tantas batallas contra el centralismo, que jamás ha
dudado en derramar sangre para mantener el control del país alrededor
de la plaza Murillo.

No se trata de alimentar rencores, sino de identificar los procesos
que se han generado en Santa Cruz, que hoy luce sin rumbo, con sus
líderes sumidos en las catacumbas ya sea porque se sienten
amedrentados o porque están decididos a mantenerse en la oscuridad de
algunos grupos, como siempre lo han hecho.

A finales de los años 50 se vivió una crisis terrible en la región,
con muertos, persecución y presos políticos. Pero también fue la época
más prolífica en cuanto a liderazgo y capacidad de lucha por la
autodeterminación, un derecho al que nunca se debe renunciar. Hasta
hoy estamos disfrutando de los beneficios que consiguió esa generación
de cruceños que jamás claudicaron ante el avasallamiento y la
imposición.

Qué Santa Cruz está estancada, es una realidad que no se puede
ocultar. Lo terrible es que estamos camino a experimentar un inmenso
vacío cultural que nos puede hacer presa fácil de la funesta
neo-colonización que se está impulsando desde el Gobierno, con la
invasión cocalera y sus secuelas, la destrucción del aparato
productivo y del hábitat del oriente boliviano y la imposición de una
economía ilegal-informal que terminará por descomponer totalmente el
tejido social de la región, el que mayor cohesión social y fortaleza
institucional ha logrado en los últimos 50 años.

Mientras esto sucede, Santa Cruz se refugia en la “farandulización”.
Nos quejamos porque no hay grandes escritores y pensadores para
destacar, pero lo primero que hacemos es repartir medallitas entre los
exponentes de la trivialidad, los organizadores de concursos de
belleza y los que alimentan el empalagoso tintineo de la televisión,
cada vez más vacía y procaz. Los dueños de los grupos que manejan las
cosas en la región siguen andando en círculos, buscando cómo
eternizarse en el oficio de medrar con algo que se les ha escapado de
las manos.

Nadie puede entender que Santa Cruz no se atreva a dar ni un solo paso
con la autonomía, después de semejante lucha y que se haya rifado con
tanta facilidad este proceso que está llamado a salvar a la democracia
y a la existencia misma del Estado boliviano.

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