martes, 15 de mayo de 2012

Una salida para los conflictos

Pese a que los conflictos sociales parecen tener el mismo talante de siempre, aunque cada vez más numerosos y violentos, existen algunas características nuevas que es necesario destacar. Empezaremos hablando por el paro de los transportistas de La Paz, que durante dos días se ensañó contra la sede de Gobierno, con bloqueos y agresiones hacia la ciudadanía, en protesta por la puesta en vigencia de una ley que intenta ponerle freno al caos y la tiranía de los choferes, acostumbrados a imponerle sus mañas a las ciudades y a los usuarios.

Con la complicidad de las autoridades policiales y gubernamentales, los transportistas hicieron de las suyas durante dos días en La Paz. La gente tuvo que hacer peripecias para sortear los bloqueos y el acecho de conductores ebrios apostados en las esquinas para hacer prevalecer su prepotencia. Los vecinos paceños, curtidos como nadie en esto de lidiar con la agitación, las marchas y los conflictos más hostiles, sacaron a relucir por primera vez su indignación, contra quienes supuestamente están llamados a prestar un servicio respetuoso, pero que generalmente hacen todo lo contrario.

Justo cuando  muchos ciudadanos paceños estaban organizándose para repeler otro día de castigo de los choferes, se instaló el diálogo, tras el que surgió el acuerdo que permitirá abrir el camino al ordenamiento del transporte público en La Paz y posiblemente en todo el país, si es que los municipios, los ciudadanos y autoridades de todo nivel deciden emular la valentía de los paceños, la prevalencia de las normas y la fortaleza institucional que mantuvo la alcaldía paceña, abierta al diálogo con los transportistas sin que ello implique negociar los principios de la ley del transporte que impulsará una verdadera revolución en este ámbito.

No cabe duda que este episodio rompe por completo la tendencia generalizada que está conduciendo al país por las sendas de la anomia, la ilegalidad y la informalidad. Muestra que la ciudadanía quiere leyes y acepta una autoridad que establezca el orden y la concordia entre los distintos sectores, no la polarización que disgrega y descompone la sociedad.

Este conflicto ha demostrado un fenómeno que ha estado prácticamente ausente en el país, sobre todo en la última década y es el protagonismo de la clase media. No hay duda que tanto la protesta de los indígenas del Tipnis, que plantea un asunto principista, como la prolongada huelga de los médicos y trabajadores de salud, han acicateado este despertar de estamentos que han estado adormecidos contemplando el protagonismo de sectores que tradicionalmente han sido los gestores de los cambios y de las propuestas que tienen como finalidad fundamental la toma del poder para lograr una mejor tajada de los recursos del rentismo estatal.

En este clima tan confuso se ha producido una suerte de alianza entre la Central Obrera Boliviana (COB) y sectores que jamás han estado a su lado en las protestas y reivindicaciones, coalición que el Gobierno ha denominado como contraria a la historia nacional, pero que de cualquier forma resulta enriquecedora, porque muestra no sólo unidad y cohesión, sino también la necesidad de marcar un rumbo que evite la desintegración social.

Se trata de un fenómeno que muestra cómo, intuitivamente, la sociedad suele buscar mecanismos naturales de protección que evitan dar el paso final hacia el abismo. En el caso boliviano, otra vez señala la ausencia de Estado, mientras la ciudadanía es la que señala la ruta que es necesario seguir.

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