martes, 8 de mayo de 2012

La vida sí vale

Hace unos años, el diario El Día asumió una posición firme respecto a la aparición de una forma de salvajismo que algunos consideran deporte y que por ese entonces llamaban “Vale todo”, hoy denominada “Artes Marciales Mixtas”. Le decían así porque dentro del cuadrilátero se puede usar casi cualquier tipo de golpe o estrategia para derrocar al contrincante. Hay unas pocas formas penalizadas, además de morder y pinchar los ojos.

En aquella ocasión y emulando campañas de concienciación que hicieron prestigiosos medios en el mundo contra este grotesco espectáculo, advertimos sobre los riesgos de su proliferación, sin el adecuado marco reglamentario que evite riesgos innecesarios. Vivimos en una sociedad con una informalidad endémica donde lo malo es precisamente lo que mejor prospera y gana adeptos, hasta que finalmente se impone en forma de costumbre, tradición cultural o simplemente se lo deja pasar “por razones sociales”.

El hecho es que el “Vale Todo” ya es una práctica que cuenta con numerosos seguidores en Bolivia, especialmente en Santa Cruz, cuentan con una organización y, pese al poco tiempo que lleva en vigencia, acaba de anotarse su primera víctima mortal. Se trata del joven luchador cochabambino, Mike Mitelmeir, quien falleció producto de un golpe que recibió en el ring el pasado 21 de abril, durante el show pugilístico organizado en la capital del valle.

Algunos reportes de prensa indican que durante la pelea, el malogrado deportista recibió una patada antirreglamentaria y existe polémica en relación a la actuación del árbitro, a quien acusan de no haber parado a tiempo el combate. Lo cierto es que en el coliseo que sirvió de escenario al torneo no había médicos disponibles para examinar a los pugilistas, tampoco una ambulancia que pudiera trasladar rápidamente al herido y como consecuencia de toda esta desorganización, Mitelmeir entró en coma y posteriormente perdió la vida producto de una hemorragia cerebral.

Se sabe que una autoridad del Ministerio Público ha intervenido en este caso para iniciar una investigación. En primera instancia se puede advertir que este tipo de peleas no gozan del adecuado respaldo institucional y legal, como sucede con disciplinas federadas que obedecen a estrictos reglamentos y normas de seguridad. En este caso, no se trata de un simple accidente, pues queda evidente la negligencia que hubo en los organizadores del evento, los mismos que deben responder por sus actos.

Resulta obvio concluir que este tipo de combates y torneos deben quedar suspendidos hasta que se aclare el incidente del joven Mitelmeir. No hay que olvidar que está en juego la vida de muchos jóvenes de corta edad que se dejan llevar por el entusiasmo que provocan programas de televisión extranjeros que se dedican a promocionar estos sangrientos espectáculos. Las organizaciones deportivas, el Viceministerio de Deportes y todos los sectores involucrados deben tomar partido para que un hecho similar no vuelva a ocurrir.

Y más allá del incidente concreto, por qué no debatir sobre la necesidad de generar conciencia en la juventud del peligro al que se expone con la práctica de juegos tan violentos que, sin llegar a la muerte, pueden dejar secuelas permanentes. El olimpismo es muy exigente a la hora de admitir nuevas disciplinas en su nomenclatura y uno de sus parámetros es precisamente la seguridad y el uso limitado del contacto físico. Nada perderá la humanidad si desaparecen todas esas maneras tan primitivas de actividad física.

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