No soy partidario de “crucificar” al
presidente Morales por decir que se siente feliz por no haber ido a la
universidad. Si en verdad es feliz, en buena hora. Si no logra ser feliz
después de haber llegado a semejante posición, entonces ¿cuándo?
Hay dos personajes de talla mundial que
han dicho algo parecido al mandatario boliviano. Steve Jobs, el creador
de Apple e inventor de los dispositivos electrónicos que nos han
cambiado la vida a todos, dijo una vez que su mejor decisión fue dejar
la universidad. Mark Suckerberg, creador de Facebook, abandonó nada
menos que Harvard, una institución que se volvió un estorbo para sus
proyectos dirigidos hacia la tecnología.
Los que nos devolvemos en el
mundo académico estamos preocupados por lo que ha dicho el presidente y
también por lo que ocurrió con esos dos grandes genios que creyeron que la
universidad no les era útil. Desde hace mucho los educadores están
debatiendo sobre sus verdaderos objetivos y la conclusión que más
consenso ha logrado es que la felicidad del individuo es el único
propósito a conseguir. Sin querer, el presidente Morales ha apuntado
sobre el centro del debate, mientras que Jobs y Suckerberg se dirigieron
hacia otra de las aristas de la discusión, es decir, el reto de la
universidad de otorgarle al estudiante las mejores herramientas para
desenvolverse en la vida.
Hoy se sabe mejor que nunca, que lo único que
se debe enseñar en las escuelas y las universidades es a pensar. La
pregunta de fondo es ¿quiere Evo Morales o los que manejan la educación
en Bolivia este tipo de universidades? La sospecha es que no, ya que la
molestia presidencial se originó cuando los universitarios comenzaron
nuevamente a pensar y a dejar el silencio cómplice que han estado
manteniendo a lo largo de estos seis años.
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