Viendo un documental me enteré que el 80 por ciento del ruido de un auto
lo producen las llantas cuando el aire circula a través de las ranuras.
Hay que tener mucho oído para escuchar el motor, la caja y el sistema
de transmisión que vienen a ser como el corazón y los pulmones de una
persona, que sin duda alguna meten mucho menos bulla que la lengua, que a
diferencia de las llantas, muchas veces no nos lleva a ninguna parte.
Con el cuerpo humano sucede algo parecido. El 80 por ciento de las
energías que consumimos se gasta en mantener la temperatura en 37 grados
y asegurar así el funcionamiento de todos los órganos. El 20 por ciento
restante se lo llevan todos los demás, incluyendo el cerebro, que
seguramente es uno de los menos exigentes, pero el más productivo.
Lamentablemente muchos jamás aprendemos a usarlo correctamente.
Es
trillado aquel dicho atribuido a Thomas Alva Edison, uno de los más
grandes inventores de la historia: “el genio es 10 por ciento
inspiración y 90 por ciento transpiración”, lo que resumía su inmensa
capacidad de trabajo y esfuerzo que le permitió inscribir casi 2.500
patentes, entre las que se encuentra la famosa bombilla eléctrica que se
usa hasta hoy.
La gran ventaja de los “iluminados” es que siempre están
inspirados. Es desafío del resto de los mortales es no pasarnos la vida
sudando y nada más. El asunto, como se ha visto, es saber cuidar y
aprovechar los saldos de energía y recursos que siempre hacen la
diferencia. A un magnate le preguntaron una vez cómo hizo para acumular
tantos millones. “Cuidando los centavos”, respondió. Napoleón Hill decía
que los sobresalientes son los capaces de recorrer la milla extra,
cuando todos ya se han acobardado.
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