sábado, 26 de mayo de 2012

Desintegración institucional

Los miembros de la banda de asaltantes que asesinaron a un periodista deportivo en El Alto, la segunda ciudad más peligrosa w Bolivia, habían cometido ocho homicidios antes de ser atrapados por la Policía. Este es el verdadero escándalo que se esconde detrás de una Policía que ha vuelto a convertirse en noticia por la corrupción, los líos de poder y el manoseo político de la institución.

Hablar de los detalles es demasiado abundar, cuando los medios de comunicación están plagados de denuncias, rumores y versiones que solo hablan de la tremenda corrosión en la que está envuelta la Policía Boliviana, institución que acaba de cambiar de jefe por tercera vez en un año, las tres veces por hechos de corrupción.

Coincidentemente, en las tres ocasiones se ha observado que la corrupción -un problema endémico y de larga data en la Policía-, está relacionado con la espuria manipulación que hace el poder político de esta entidad que debería estar dedicada exclusivamente a mantener la seguridad ciudadana y preservar el orden público.

Lo complicado es que tanto manoseo parece derivar, no solo en la desintegración de la credibilidad, sino en la acentuación de las pugnas internas que también derivan en formas de chantaje y amenazas hacia miembros del Gobierno. Es precisamente el caso del general Sanabria, que lanza una advertencia desde su celda en Estados Unidos y la situación de Jorge Santiesteban, quien advierte con divulgar nombres de funcionarios implicados en el sonado caso de la Unipol.

Este escenario fue precedido por una serie de denuncias lanzadas por la ministra anticorrupción contra el oficial destituido y por declaraciones del excomandante policial y actual viceministro, Miguel Vásquez, quien indica que dentro de la Policías existen grupos mafiosos.

Con esos antecedentes no parece extraño afirmar que el 79 por ciento de la población en Bolivia no confía en la Policía, según lo revela una reciente encuesta realizada por la empresa Ipsos Apoyo. En las cuatro ciudades más pobladas del país esta cifra alcanza el 82 por ciento.

El estudio muestra que la gente no ve a la Policía como un aliado en la lucha contra la delincuencia, un problema que aumenta en el país que azota con violencia creciente. Casi todas las experiencias de la ciudadanía con la institución verde olivo son negativas, ya sea porque muy pocas veces están cuando se los necesita, porque aparecen con actitudes de abuso y prepotencia o porque simplemente son noticia constante en los órganos de prensa, por bullados hechos de corrupción, politiquería y actos de represión hacia grupos en conflicto. Lamentablemente, si la Policía se presta mansamente a la cooptación política como lo ha venido haciendo últimamente, estará contribuyendo al deterioro de la democracia y a la consolidación de un proceso autocrático que incrementará aún más el malestar de la población con respecto a la institución. Lo peor de todo es que la delincuencia tiende a aumentar, la población es constantemente atacada por bandas peligrosas y el número de homicidios crece sin control. De esto es precisamente de lo que se habla cuando tanto se insiste en la descomposición orgánica del Estado y del vaciamiento institucional y sus terribles consecuencias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario