jueves, 12 de enero de 2012

El MAS y su guerra interna

Cuánto tiempo podrá el Gobierno mantener en Yapacaní a los 500 policías que mandó para recuperar la Alcaldía que le había arrebatado otro sector del MAS que advierte con bloquear e incendiar el pueblo hasta lograr su objetivo?

El oficialismo ha tenido que poner en práctica métodos muy duros, propios de las dictaduras para doblegar a la gente de su propio partido que se le ha vuelto en contra y que amenaza con derrotarlo en el lugar donde el MAS siempre ha sido el rey, en la calle. Ayer se produjeron cuatro muertes que no hacen más que empeorar las cosas.

En los Yungas, un sector de los cocaleros hizo huir despavoridos a los erradicadores de coca que hacían su trabajo en La Asunta, donde el expresidente Banzer consiguió con mucha resistencia, instalar un cuartel para los uniformados. Es paradójico que justo en la administración de un dirigente del gremio cocalero, se produzca este conflicto que denuncia que dentro de casa las cosas parecen empeorar cada día. Los yungueños están molestos porque los chapareños quieren legalizar su coca y encima incrementar sus cultivos. Esta es una vieja pelea que se ha mantenido por debajo del mantel, pero es posible que el desalojo del puesto militar empeore las relaciones con el Poder Ejecutivo, cada vez más atado a las decisiones y a la geopolítica que se gesta en el Chapare.

 La marcha del Conisur ha sido un completo fracaso. Nadie, excepto los medios de comunicación oficialistas, habla de los marchistas que defienden la carretera por el Tipnis.  El Gobierno va a tener que tomar solo la decisión de “meterle nomás” por medio del Parque Isiboro Sécure, arriesgando a que se vuelva a desatar la ira nacional. Los indígenas de tierras bajas y exaliados del MAS han dicho que nunca más van a votar por el partido del presidente Morales, a quien han declarado enemigo y persona de poca confiabilidad. Los líderes de la Cidob y de otras organizaciones originarias han cobrado notoriedad mundial y pese a la impresionante guerra mediática, el régimen no ha conseguido desacreditarlos. El Gobierno sí la embarra y mucho, cuando nombra como máximo jefe de las Fuerzas Armadas a un folclórico militar que causa gracia cuando trata de explicar cómo fue que decidió enviar aviones tras la represión a los indígenas del 25 de septiembre.

El presidente no sabe disimular la orfandad en la que se encuentra. Hay mucha gente que lo apoya todavía, pero ya no son los sectores duros que antes tomaban las calles y eran capaces de enfrentar cualquier amenaza. Los otros son impresentables, se trata de los chuteros, los contrabandistas y otros integrantes de la franja ilegal de la economía. Evo Morales resumió muy bien su situación, el otro día, cuando se deshizo en elogios hacia las mujeres de la agrupación Bartolina Sisa, a la que calificó como el mejor movimiento social de Bolivia porque sigue apoyando el proceso de cambio. Tal vez olvidó decir que es uno de los pocos que le quedan ya que hasta los empleados públicos necesitan jugosos bonos para reafirmar su lealtad y existen otros que prefieren irse de farra y que ya ni siquiera lo van a recibir cuando llega a los pueblos.

Encima de todo esto, el presidente no para de hablar de los subsidios a los carburantes. Ha repetido eso del “cáncer de la economía” y todo eso y, si bien no habla de un nuevo gasolinazo, ha propuesto realizar una nivelación gradual del precio de los combustibles. El presidente va a tener que meditar muy bien cómo hacer esta movida, ya que corre el riesgo de volver a encender la mecha que puso en grave riesgo su gobierno a fines del 2010. Las posibilidades de generar consenso sobre este punto son prácticamente nulas.

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